El gobierno de Estados Unidos, como prometió en campaña su presidente Donald Trump, emprendió una serie de agresivas políticas antiinmigración. Desde cancelar la solicitud de asilo humanitario vía aplicación hasta una fuerte campaña de deportación de indocumentados, en poco más de una semana, Trump dejó en claro que su postura en materia de migración es definitiva.

El gobierno de Trump pidió a las agencias migratorias lograr "al menos" entre 1,200 y 1,500 arrestos por día. El que un gobierno se asigne una cifra de arrestos no solo es preocupante, sino deshumanizante. Está tratando las vidas y el futuro de miles (millones, probablemente) de familias como una cifra, como un número que causa molestia.

Las consecuencias de estas políticas van más allá de los fríos datos estadísticos. Miles de familias han sido separadas, con niños quedando bajo custodia del gobierno sin saber cuándo o si volverán a ver a sus padres. Comunidades enteras viven con miedo, evitando actividades cotidianas como ir al trabajo, a la escuela o incluso a un hospital por temor a ser arrestados y deportados. Estas políticas no solo afectan a los migrantes, sino que también generan un ambiente de tensión y desconfianza en la sociedad.

El Papa Francisco criticó los planes de deportación de Trump, calificándolos de desgracia. Y es que quienes abandonan su tierra en busca de una vida digna no son números y tampoco son criminales. Son hombres, mujeres y niños que huyen de la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades en sus países de origen. Muchos de ellos buscan en Estados Unidos una esperanza, un refugio y una oportunidad de contribuir a la sociedad.

Sin embargo, la narrativa política dominante los presenta como una amenaza, criminalizándolos y culpándolos de problemas que no han causado. Esto no solo deshumaniza su sufrimiento, sino que también legitima acciones represivas que atentan contra los derechos humanos más básicos.

En lugar de medidas que fomentan el miedo y la división, se necesita un enfoque más humano y comprensivo. La migración no es un problema a erradicar con redadas y deportaciones masivas, sino una realidad compleja que requiere soluciones basadas en la dignidad, la justicia y la cooperación internacional.

No son cifras, son personas. Y detrás de cada número hay una historia, un rostro y un sueño que merece ser respetado.

Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México.

Contacto: @jlabastida

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