Vivimos en un país donde la separación Iglesia y Estado forma de nuestra Constitución, y nuestro caminar como sociedad. Esta separación ha sido benéfica para ambos, Iglesia y Estado; sin embargo, ha provocado una falsa narrativa de que la Iglesia no puede ni debe hablar de política en lo absoluto.
La Iglesia tiene un papel dentro de la sociedad que promueve la búsqueda del bien común, un papel que la política comparte.
La Iglesia no llama al voto para determinado candidato, pero sí motiva a la reflexión y participación de los ciudadanos en la democracia.
“Para hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos y naciones que vivan la amistad social, hace falta la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común”, dice el Papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti (2020), en la que nos recuerda constantemente que el espíritu de la buena política es la búsqueda del bien común, una de las formas más preciosas de caridad.
Esta caridad se expresa, principalmente, en la construcción de caminos eficaces que permitan un desarrollo para todos.
La Iglesia sugiere con esto que, quienes se dedican a la política, deben poseer una inclinación innata hacia la caridad. Con base en esta premisa y tomando como referencia la magnífica e imperdible encíclica del Papa, podemos enlistar 10 virtudes en un buen candidato:
- Busca el bien común. Pone el centro a las personas y su bienestar.
- Genera procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos.
- Obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo.
- Promueve el diálogo y el encuentro. Sabe escuchar el punto de vista del otro y facilita que todos tengan un espacio.
- Prioriza una economía integrada en un proyecto social y cultural.
- Incorpora en sus estrategias a la población vulnerable y respeta la diversidad de culturas.
- Pertenece al pueblo, pero no vive del pueblo.
- Busca la realización de las personas en distintos ámbitos.
- Favorece la diversidad productiva y la creatividad empresarial
- Posee la humildad de aceptar errores y corregir el rumbo.
“Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés”, dijo en 2002, meses antes de morir, el cardenal vietnamita François-Xavier Nguyen Van Thuan, hoy venerable Siervo de Dios.
Ahora que se acercan las elecciones en México, busquemos apoyar gobernantes que comprendan que la política es una vocación y esa vocación implica el desarrollo de la sociedad.
Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México
Contacto: @jlabastida