La presente administración de Claudia Sheinbaum apenas comenzó el pasado 1 de octubre, pero ya nos deja ver su muy peculiar estilo de gobernar. Una muy buena cantidad de ingenuos pensó que, tan pronto portara la banda presidencial y se sentara en la silla del águila, se desprendería de todo vestigio de su nocivo antecesor, López Obrador. Más de medio gabinete le fue impuesto por él; mantuvo las conferencias de prensa diarias, con el cursi mote de “las mañaneras del pueblo”; hizo propio el estilo de descalificar a la oposición, al grado de afirmar que ella no se dignaría a hablar con esas minorías pues, para ello, tenía a la sagaz secretaria de Gobernación; a un generoso gesto como el del flamante presidente del PAN, Jorge Romero, de entablar diálogo por el bien del país, respondió con una ofensa y un portazo.
El escupitajo que significó la reelección de la inútil Rosario Piedra al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos no pudo esconder su descontento, pues la orden vino de una tierra tropical. El mando en Morena no lo tiene ella sino una incondicional de AMLO y, por si fuera poco, su vástago que lleva su nombre y su peculiar estilo de hablar. La prepotencia de los líderes parlamentarios solo evidencia un exceso de soberbia y un desafío constante para ver quién es quién en el poder. Sus movimientos son auténticos desplantes. Se sienten eternos y hechos a mano.
Excluyen de manera vulgar a la oposición siendo que todos sabemos cómo fue que se hicieron de la mayoría calificada en ambas cámaras del Congreso. O compran o doblan gente. Minimizan la llegada de Trump y aseguran que el T-MEC será intocable. Creen que no se atreverá a hacer nada de lo que dice, pues ni le conviene ni se atreve. Presentan un paquete fiscal francamente irresponsable, con cifras alegres y recortes inexplicables en un entorno de creciente e imparable violencia (como es el caso de Sinaloa) o, de plano, ingobernabilidad (como lo vemos a diario en Guerrero). La inflación de frutas y verduras pega directamente a quienes menos tienen, pero reeditan un pacto tan ilusorio como inservible llamado PACIC.
Así es que estos genios hacendarios estiman un crecimiento económico del 2.5%; inflación de 3.5%; dólar a 18.50 pesos; disminución del déficit de 5.9 a 3.9%. Y las reducciones presupuestales no se quedan atrás: Defensa Nacional: -43.8%; medio ambiente: -39.4%; seguridad pública: -36.2%; salud: -34%; cultura: -30.8%; Inegi: -17.5%, y así nos podemos seguir. Pero no todo es malo. Ahí está la apuesta por seguir subsidiando a los elefantes blancos: Pemex, CFE, Tren Maya, trenes de pasajeros y, desde luego, a sus políticamente muy rentables programas sociales. Gaste ahora, pague después. Que conste: la ingenuidad, a cierta edad, ya recibe otro nombre.
Abogado