A finales de la semana pasada la presidenta Sheinbaum convocó a una reunión con algunos de los más importantes empresarios del país para analizar la forma de acelerar el Plan México, entre otras vías a través de un fortalecimiento más rápido de la inversión. Esta preocupación es comprensible, especialmente si se toma en cuenta la serie de malas noticias que se dieron a conocer durante la semana.
Para empezar, se informó de un esfuerzo importante para corregir los desequilibrios de las finanzas públicas heredados de la administración anterior, pero con una composición inadecuada. En específico, la contracción de los ingresos petroleros, afectados principalmente por el deterioro de la plataforma de producción de Pemex, ha resultado en ingresos públicos por debajo de lo programado.
Así, la carga para fortalecer las finanzas públicas ha recaído de manera excesiva en el gasto. Dadas las rigideces de otros componentes de este, los recortes se han realizado principalmente en la inversión.
Las cifras son dramáticas. Los analistas de Banamex han hecho notar que el desplome de la inversión pública durante los primeros cinco meses de 2025, de 29% a tasa anual, es el más pronunciado desde 1995, cuando la economía estaba en medio de una profunda crisis que llevó a una contracción del PIB de más de 6%.
Y lo peor es que, bajo la estrategia actual, es de esperarse que la contención de la inversión pública para evitar un problema aun más grave en las finanzas gubernamentales se mantenga por tiempo indefinido. A ver cuánto resiste el país.
Las malas noticias no pararon ahí. Pocos días después se publicaron las cifras del consumo privado y la inversión total para abril. El consumo tuvo un respiro durante el mes, que no impidió que en el primer cuatrimestre del año mostrara una caída a tasa anual. Y esto no obstante que ha sido apuntalado por el crecimiento de la masa salarial, resultado a su vez de una política salarial insostenible. Para el cierre de la semana, nos enteramos que en junio la confianza de los consumidores registró su mayor retroceso anual en 31 meses.
El problema es más serio aun por el lado de la inversión. Ya mencioné líneas arriba el comportamiento de la pública. La información adicional revela una situación también preocupante para la privada, cuya participación en la inversión total supera por mucho a la de la pública. En el periodo enero-abril de 2025, la inversión privada se contrajo en 5% respecto al mismo periodo del año previo. De esta forma, el gasto bruto en capital fijo disminuyó casi 7% en ese lapso.
Para empeorar las cosas, el Banco de México publicó el 1 de julio los resultados de su encuesta entre especialistas en economía del sector privado. Uno de los que más llama la atención es la forma en que ven las condiciones para invertir en México: solo 2% de ellos considera que este es un buen momento para realizar inversiones. Esta es la cifra más baja desde agosto de 2020, cuando la pandemia agobiaba al planeta.
¿Podría esta difícil situación ser atenuada al menos en parte por mayores flujos de inversión extranjera directa? No lo creo. En mi artículo del 1 de julio en El Universal expliqué el complejo panorama que se perfila, tanto a nivel global como para nuestro país, en este frente.
Como es obvio, la situación arriba descrita se está reflejando en las expectativas de crecimiento económico para México. Los analistas de la encuesta de Banxico proyectan una expansión del PIB de 0.2% en 2025 y de 1.4% en 2026. Además, llama mucho la atención que en el breve lapso de este gobierno han ajustado a la baja sus estimaciones del crecimiento potencial de la economía. En octubre de 2024, sus pronósticos de crecimiento económico para el periodo 2026-2035 eran de 2% anual. En la más reciente encuesta la cifra es 1.8%. Esta es, en breve, su opinión del Plan México.
Las razones de la triste evolución reciente y el desolador panorama para la inversión en nuestro país son en parte externas. En particular, las políticas del gobierno estadounidense están creando una situación de incertidumbre que ha desalentado la formación de capital.
Sin embargo, los factores internos son incluso más importantes. No hay manera de esperar una mejora de la inversión pública sin un ajuste a fondo de las finanzas gubernamentales, incluyendo la solución al problema de Pemex, que no se ve por ningún lado. De hecho, no entiendo cuál es la estrategia del gobierno mexicano en materia de finanzas públicas en el mediano plazo, si es que la hay. Por otra parte, la inversión privada no mejorará en ausencia de condiciones que la hagan atractiva.
¿Influyen de manera relevante reuniones como las de la semana pasada para crear estas condiciones? Sería ingenuo pensar que un llamado a los empresarios a colaborar con el Plan México va a hacer mucha diferencia. De todas formas, este tipo de eventos serían útiles si cuando menos sirvieran como un foro para el diálogo, en el que el sector privado funcionara como un vocero del realismo y expresara a nuestras autoridades, con toda franqueza, los requisitos que necesitan cumplirse, incluyendo las acciones que deben revertirse, para impulsar la inversión privada en el país. ¿Lo están haciendo?