Independientemente de que el resultado de la elección presidencial nos haya gustado o no, creo que existen cuando menos dos motivos de regocijo por la transición que tuvo lugar el pasado 1 de octubre.
Para empezar, por primera vez en la historia de México una mujer llega a la presidencia de la república. En un país en el que la discriminación por género ha tenido una presencia apabullante, la dimensión de ese logro debe apreciarse en todo su valor.
Además, finalmente tenemos una nueva cara al frente del país. El Sr. López Obrador goza de una gran simpatía en un segmento de la población, pero los sentires al respecto están muy divididos. Al menos, el cambio hace abrigar la esperanza de un liderazgo más pragmático y menos divisivo.
Me uno a todos aquellos que han expresado sus mejores deseos a nuestra Presidenta. No hay manera de que a México le vaya bien si el nuevo gobierno resulta en otro fracaso. Considero que los que compartimos este punto de vista deberíamos, desde nuestras respectivas trincheras, tratar de contribuir a que este objetivo se materialice. Con este ánimo de ayudar, concentro mis comentarios en algunos de los temas económicos incluidos en los discursos pronunciados por la Presidenta Sheinbaum el 1 de octubre.
Creo que no deberíamos darnos por sorprendidos por lo señalado en esa fecha. La Presidenta había ofrecido continuidad y eso fue precisamente lo que planteó. También había asegurado que sus políticas representarían el segundo piso de la cuarta transformación, lo que implica ciertas modificaciones a la estrategia, y también cumplió con este criterio.
¿Podemos entonces quedarnos tranquilos de que todo va a estar bien? Por supuesto que no. Cualquiera medianamente informado sabe que el programa económico de la anterior administración requiere de ajustes mayores. Desafortunadamente, todavía no podemos decir con certeza qué tanto el “segundo piso” nos aleja del abismo. Después de los discursos tenemos una idea apenas vaga de los cambios que piensa hacer la nueva administración.
Destaca a este respecto el énfasis en el papel de la mujer, la ciencia y la innovación, la digitalización, el medio ambiente, las energías renovables y la infraestructura. Es necesario también resaltar la ausencia de menciones a la reforma constitucional que desaparecería a los organismos autónomos. El fondo de esta omisión podría ser de enorme trascendencia.
La dirección de muchas de las prioridades señaladas en el párrafo anterior es sin duda la correcta. Sin embargo, todavía hay que esperar los programas específicos en cada una de estas áreas. Además, para que su implementación sea viable se requieren recursos. Y aunque parece haber mensajes entre líneas, la falta de detalles propicia que sean más las dudas que las certezas.
Déjenme proporcionarles algunos ejemplos de estos y otros retos que emergen de los discursos:
-El país padece de una extrema vulnerabilidad de las finanzas públicas. La Presidenta se compromete a mantener la disciplina fiscal y un coeficiente de deuda pública a PIB razonable. Sin embargo, resulta difícil de entender cómo se va a lograr este objetivo, que en 2025 implicaría una reducción del déficit público de 3% del PIB, a través de acciones basadas exclusivamente en la austeridad y el combate a la evasión.
-El reto se hace más complejo aun, al tomar en cuenta las necesidades adicionales de gasto gubernamental derivados de las acciones antes señaladas y del aumento previsto del gasto social. Además, no existen en los discursos visos de una solución permanente a los problemas financieros de Pemex. Por el contrario, preocupa la intención de que la empresa se dedique a producir para refinar. Todo esto en un entorno en el que la evolución de la actividad económica debilitará los exiguos ingresos públicos.
-Los discursos sugieren que el gobierno está pensando en asignar un papel más importante a la inversión privada, nacional y extranjera. Esto sería lo más sensato. No hay manera de que el gobierno cumpla con sus 100 compromisos sin un papel central del sector privado. No obstante, para que esto funcione, lo que los inversionistas están pidiendo son acciones que fortalezcan la confianza, no promesas. Entre ellas, ocupa un papel especialmente importante la legislación secundaria de la reforma judicial. ¿No sería necesario también dar la oportunidad al sector privado de opinar sobre propuestas de incrementos en los salarios mínimos que no toman en cuenta la evolución de la productividad?
-La polarización que estamos viendo en México debe acabar. La superación de los enormes retos que enfrentamos requiere de un gobierno con apoyo en todos los segmentos de la población y que escuche a la oposición y al poder judicial. Para empezar ¿no debería hacerse a un lado el discurso maniqueo que ensalza a la 4T y menosprecia todo lo demás?
-No olvidemos que, salvo uno, todos los gobiernos del “neoliberalismo” nos dieron una mejora de los niveles de vida que fue imposible lograr en el primero de la 4T. Pero más allá de comparaciones curiosas, me pregunto ¿qué tiene de neoliberal el legado de un banco central autónomo, un tratado de libre comercio con América del Norte, un sistema financiero sólido o un aparato industrial que nos ha permitido convertirnos en el principal socio comercial de Estados Unidos?
Nos esperan tiempos difíciles. Aun si se llevan a cabo todas las acciones adecuadas, la medicina va a doler, mucho, antes de que la cura sea evidente. Pero el dolor será soportable si la esperanza se mantiene viva. El escenario alternativo asusta.