En su más reciente edición de las Perspectivas Económicas Mundiales publicada el 22 de octubre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) delinea un panorama con claroscuros acompañado de un mensaje de preocupación.
Por una parte, destaca que la batalla contra la inflación casi ha sido ganada, lo que se sustenta en que esta ha descendido de un máximo de 9.4% a nivel global en el tercer trimestre de 2022, a una cifra proyectada en 3.5% para 2025, ligeramente por debajo del promedio observado de 2000 a 2019. Además, esto se ha logrado sin generar una recesión.
Por otra parte, el crecimiento económico mundial de 3.2% previsto para este año y el siguiente es modesto y las proyecciones para los próximos cinco (3.1% en promedio anual) son inferiores a las cifras registradas antes de la pandemia.
Adicionalmente, el FMI hace notar el elevado y mayor grado de incertidumbre que rodea sus proyecciones. Entre otros riesgos, destaca el potencial escalamiento de conflictos regionales, volatilidad en los mercados financieros, una desaceleración más marcada de la economía china y el acrecentamiento de tendencias proteccionistas. En mi opinión, amerita mención especial el enorme choque para la economía mundial que representaría el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
Ante el progreso que se ha observado en el control de la inflación, el Fondo recomienda varios ajustes a la política macroeconómica de sus países miembros, aunque señalando la necesidad de tomar debidamente en cuenta las peculiaridades de cada uno.
El primero, que ya está en proceso, es un relajamiento de la política monetaria que, sin descuidar el control de la inflación, contribuya a atenuar la desaceleración de la actividad económica en curso en numerosos países. El segundo es un apretamiento de la política fiscal, que permita estabilizar o reducir los excesivos niveles de endeudamiento público que aquejan a muchos de ellos y ampliar su espacio fiscal. El FMI hace hincapié en que entre más creíble y disciplinado sea el ajuste de las finanzas públicas, mayores serán los márgenes para el relajamiento de la política monetaria.
Estas recomendaciones, y particularmente aquellas relacionadas con la política fiscal, son de particular relevancia para México. Como es bien conocido, nuestro país enfrenta una alta vulnerabilidad en sus finanzas públicas. En el corto plazo, en virtud de niveles de déficit público insostenibles. Y en el mediano y largo plazos, por la combinación de ingresos públicos modestos, rigideces de gasto que se han venido acentuando en los últimos años, necesidades urgentes de inversión pública en diversas áreas y una situación financiera de Pemex sumamente frágil.
¿Qué aconseja el FMI para corregir esta situación?
En las conclusiones de su visita a México publicadas a mediados de octubre, propone una estrategia fiscal de mediano plazo, similar a la favorecida por la mayoría de especialistas, que reduzca los déficits y la deuda pública, incremente los ingresos presupuestales y abra el espacio para incrementar la inversión pública en capital físico y humano. En específico, sugiere entre otras cosas implementar a la brevedad una reforma fiscal, definir cuidadosamente las prioridades para el gasto público, fortalecer la posición financiera de Pemex y mejorar la gobernanza de la empresa.
Aunque los detalles de la política fiscal de nuestras autoridades los conoceremos a mediados de noviembre, hasta ahora varias de las señales que han mandado van en sentido opuesto de las recomendaciones del Fondo y otros analistas.
En particular, se ha informado que no existe la intención de poner en marcha una reforma fiscal, el gobierno destinará en 2025 abundantes recursos al proceso electoral derivado de la muy cuestionada reforma judicial, los compromisos de gasto público social se han incrementado, la decisión de regresar a Pemex el estatus de “empresa pública del Estado” hace a un lado los objetivos comerciales de la empresa, no se percibe la intención de mejorar la gobernanza de Pemex y, no obstante las pérdidas incurridas en la refinación de petróleo, se ha señalado que la producción de Pemex se orientará a abastecer las necesidades de esta actividad.
El manejo de la política macroeconómica en los próximos años puede verse complicado también por la política salarial. Como en muchos países, el descenso de la inflación en México se ha dificultado por la persistencia de elevados niveles de inflación en el componente de servicios. El FMI y otros analistas consideran que esto ha sido muy influido por las presiones salariales en el país.
No obstante lo anterior, se ha anunciado la intención de incrementar en 12% los salarios mínimos a partir del año entrante. Tomando en cuenta el fuerte aumento en los últimos años de la proporción de trabajadores que recibe el salario mínimo y el impacto de otras acciones recientes en materia laboral, el riesgo de presiones indebidas sobre los costos de las empresas se ha acentuado. Por tanto, para evitar las resultantes amenazas para el empleo y la inflación, los aumentos salariales deberían vincularse a la evolución de la productividad, lo que no está ocurriendo.
En este contexto de riesgos importantes tanto por la evolución de las finanzas públicas como por la política salarial, el margen de maniobra para que la política monetaria adopte un papel como el recomendado por el FMI es muy estrecho. Pero lo que es más importante aun: agregarle un mal manejo macroeconómico a un panorama para la economía mexicana de por sí muy complejo como resultado de factores internos y externos, tendría consecuencias desastrosas.