Entre la avalancha de noticias y comentarios sobre la política arancelaria de Donald Trump y sus implicaciones para México, pasó casi desapercibido un acontecimiento de enorme trascendencia para nuestro país. Durante la mañanera del 29 de junio, la presidenta Sheinbaum señaló que vale la pena discutir si el mandato prioritario del Banco de México debe ser el control de la inflación, o si debe ampliarse su visión en términos del desarrollo económico, incorporando al mismo el fomento del empleo. Puso como ejemplo el caso de Estados Unidos, cuyo banco central, la Reserva Federal (FED), tiene un mandato dual.
Este es un tema recurrente a nivel internacional. Aparece generalmente en etapas de debilidad económica y márgenes de maniobra estrechos o inexistentes para la política fiscal. Ante estas dificultades, surge como una posibilidad acudir al banco central para tratar de estimular el crecimiento.
Para empezar, quisiera destacar que bajo las reglas actuales el objetivo último del Banco de México es contribuir al desarrollo económico de nuestro país. Sobre la base de la abundante evidencia nacional e internacional, se ha considerado que la vía mediante la cual puede alcanzar ese objetivo es la búsqueda de una inflación baja y estable y, en general, de un entorno macroeconómico y financiero propicio. Esto es reconocido por prácticamente todos los bancos centrales. Es precisamente por este motivo que la gran mayoría de ellos tiene como mandato prioritario el control de la inflación.
Ningún banco central está interesado en buscar réditos arbitrariamente elevados. A través de su política monetaria, estas instituciones procuran que las tasas de interés se ubiquen en los niveles que les permitan cumplir con su mandato. Así, dichas tasas disminuyen conforme el comportamiento de la inflación y sus perspectivas lo permiten. Si un banco central pretendiera reducir las tasas de manera incompatible con la trayectoria de la inflación, el resultado sería contraproducente, ya que las expectativas de inflación aumentarían, resultando en tasas de interés todavía más elevadas.
En sentido estricto, la existencia de un mandato prioritario dual no debería tener ninguna implicación práctica para un banco central. La FED nos ha ilustrado lo anterior en dos episodios recientes. Los choques derivados de la pandemia de COVID-19 incidieron de manera adversa tanto en la inflación como en la actividad económica en Estados Unidos. La FED priorizó el control de inflación aun con el riesgo de originar una recesión, argumentando que es una condición indispensable para lograr un crecimiento económico sano. Más recientemente, a pesar de indicios de desaceleración de la economía y fuertes presiones del ejecutivo, dada la incertidumbre sobre el comportamiento de la inflación, la FED ha mantenido una posición similar.
¿Cuál es entonces la desventaja de un mandato dual? Que se presta a confusiones o manipulaciones políticas sobre lo que puede o debe hacer el banco central. Nuevamente el caso de Estados Unidos es revelador. Ante el debilitamiento de la economía de los últimos meses, se ha argumentado que la FED no está cumpliendo con su mandato de maximizar el empleo, por lo que se le ha presionado para que baje indebidamente su tasa de interés e incluso se ha amenazado con despedir al presidente de su Junta de Gobernadores.
Es claro, por tanto, que el mandato dual crearía el espejismo, o el pretexto, de que el Banco de México puede hacer algo diferente de lo que lleva a cabo hoy en día para estimular el crecimiento. Si, como señaló la Sra. Sheinbaum, con el mandato dual se preservara la independencia del banco central, como en Estados Unidos, Banxico mantendría la política actual sin cambios.
El problema es que, al igual que en Estados Unidos, el riesgo de presiones sobre el Banco de esta y/o de futuras administraciones se acentuaría bajo un mandato dual. La vulnerabilidad de Banxico ante una situación de esta naturaleza sería mucho mayor que en ese país, sobre todo con un gobierno básicamente sin contrapesos internos. Al final, lo que estaría en riesgo es la independencia del Banco Central.
Bajo la situación actual de mandato prioritario único y política monetaria en general prudente, Banxico no ha podido alcanzar su meta de inflación y las expectativas para esta en el largo plazo, componente esencial de la formación de precios, se han incrementado. Es fácil imaginar lo que sucedería con un mandato dual y el consecuente riesgo de presiones políticas sobre la institución.
Para enfrentar las deprimentes perspectivas de crecimiento económico en México es preciso atacar sus causas fundamentales. La encuesta que realiza el Banco de México entre especialistas del sector privado es muy informativa al respecto.
A la pregunta de cuáles son los tres principales factores que podrían obstaculizar el crecimiento económico en el país, la respuesta, por orden de importancia, destaca a la inseguridad pública, la política arancelaria en Estados Unidos, la debilidad del mercado interno, la ausencia de cambio estructural, la incertidumbre económica en el país, los riesgos políticos, otros problemas de falta de estado de derecho, etc. La política monetaria y el costo del financiamiento interno se ubican entre los últimos lugares de la lista.
La solución que están buscando nuestras autoridades no está en Banxico. Por el contrario, si se materializara el mandato dual, seguramente veríamos un crecimiento aun más bajo con una tasa de inflación mayor. Además, si las discusiones avanzan lo suficiente, los mercados van a dar su opinión. No va a ser agradable.
En suma, el mandato dual es una alternativa que no reportaría beneficios, pero sí daría lugar a riesgos enormes en el corto y largo plazos. El país ya enfrenta un colosal grado de incertidumbre interna y externa. Sería extremadamente peligroso agregar la política monetaria a la lista.