Ayer fue día de fiesta para nuestro país. Una de sus más importantes instituciones cumplió 100 años de vida. El 25 de agosto de 1925, el liderazgo político de Plutarco Elías Calles y la visión de Manuel Gómez Morín, permitieron la fundación del Banco de México.

Dudo que mucha gente esté consciente del papel crucial que ha desempeñado nuestro Instituto Central desde su creación y la manera en que se ha venido adaptando a necesidades cambiantes. En un principio, su principal objetivo era poner punto final al periodo de inestabilidad originado por la existencia de numerosos emisores de moneda y agravado por la revolución mexicana de 1910. De esta forma, su primer gran logro fue convertir al papel moneda en el principal medio de pago del país.

Posteriormente, ante la importancia de aumentar la oferta de crédito y fortalecer su posición en el sistema financiero, Banxico operó de manera simultánea como banco comercial e instituto central. Una vez que estos objetivos fueron alcanzados, se decidió que, además de cumplir con sus tareas de banca central, apoyara el desarrollo económico tanto a través de la canalización selectiva de crédito como de la creación de diversos fideicomisos de fomento, actividades descartadas cuando el marco institucional del país lo permitió.

A lo largo de su historia, el Banco de México ha sido fundamental para el sistema financiero. Esto ha abarcado la configuración de sus distintos componentes, su regulación y la preservación de su estabilidad. Además, la situación actual del sistema sería imposible sin estabilidad macroeconómica, en buena medida resultado de las políticas del Banco. También ha sido responsabilidad de este impulsar el desarrollo de un sistema de pagos eficiente y confiable.

Y no debemos olvidar las destacadas contribuciones de Banxico al desarrollo de capital humano y a la investigación en nuestro país.

Aunque la importancia del Banco para la estabilidad económica se hizo patente desde su creación, los intereses políticos provocaron que en diversas etapas operara como un mecanismo de financiamiento del gasto gubernamental, lo que resultó en graves crisis económicas. Para evitar estos riesgos, en 1994, en una de las decisiones más importantes de su historia, se otorgó autonomía a la institución.

Este conjunto de esfuerzos ha permitido a Banxico convertirse en un pilar de la economía mexicana, gozando además de gran prestigio a nivel mundial. Sin embargo, existen muchas tareas pendientes y los retos se están acrecentando.

Al respecto, yo destacaría en primer lugar que el prestigio del Banco no se puede dar por sentado. Debe mantenerse, y preferentemente fortalecerse, con esfuerzos continuos. La base del prestigio de Banxico es su capital humano. Por tanto, es indispensable asegurar condiciones adecuadas para atraer, formar y retener a su personal. En el caso de la Junta de Gobierno, aunque su composición no es una decisión del Banco, este puede jugar un papel importante en su definición. Sin el capital humano adecuado, la eficiencia y el prestigio del Banco se vendrían abajo.

En segundo lugar, por motivos bien fundamentados, Banxico tiene como mandato prioritario el control de la inflación, para lo cual se ha definido una meta de 3%. Los avances han sido considerables, pero la meta no se ha alcanzado. Además, la persistencia de expectativas de inflación de corto, mediano y largo plazos por encima de las proyecciones del Banco muestra que la credibilidad de sus políticas es todavía insuficiente.

En tercer lugar, el Banco deberá atender de manera eficiente sus otras finalidades (proveer a la economía del país de moneda nacional, promover el sano desarrollo del sistema financiero y propiciar el buen funcionamiento de los sistemas de pagos) y continuar adaptando sus tareas a los requerimientos que vayan surgiendo. Para ello será necesario, además de preparar debidamente a la institución, definir su perímetro de responsabilidad de tal manera que no se afecte el cumplimiento de su mandato.

Por último, nuestro Instituto Central seguramente enfrentará una situación de alta complejidad en los próximos años. Además del difícil entorno externo, es de esperarse que la economía mexicana muestre una combinación de bajo crecimiento y finanzas públicas débiles. En varios países condiciones como estas han dado lugar a presiones para que sus bancos centrales relajen la política monetaria, como un mecanismo para estimular el crecimiento y reducir el costo del servicio de la deuda pública.

Otra vía a la que se ha recurrido para llegar al mismo resultado, con aparente respaldo legal, es buscar la modificación del mandato prioritario de los bancos centrales para que incluya, además del combate a la inflación, el fomento del empleo o del crecimiento económico. De hecho, nuestras autoridades han expresado recientemente su interés por discutir esta posibilidad.

Además de poner en riesgo el control de la inflación, que es el mecanismo a través del cual un banco central puede apoyar el desarrollo económico, este tipo de presiones pueden vulnerar su autonomía. Como expliqué anteriormente, las desastrosas consecuencias ya las hemos vivido en México en años anteriores.

El cumpleaños del Banco de México debería ser motivo de regocijo para todos los mexicanos, independientemente de su orientación ideológica. La prensa reporta algunos eventos organizados por las autoridades de Banxico para festejarlo. Me alegra que el ITAM y el Centro Cultural Manuel Gómez Morín estén organizando una jornada especial, con la participación de varios ex gobernadores del Banco, para conmemorarlo. Ojalá que prevalezca la sensatez y el centenario no se convierta en el antecedente de una estocada a su autonomía.

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