La intervención del presidente de la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED), Jerome Powell, en Jackson Hole el pasado 22 de agosto, contiene mensajes importantes.

Uno de ellos se vincula con la revisión quinquenal del esquema de política monetaria de la FED. En particular, Powell confirmó que la institución mantendrá la meta de 2% para la inflación y que el otro componente de su mandato dual debe entenderse como “…el más alto nivel de empleo que puede alcanzarse de manera sostenida en un contexto de estabilidad de precios”. Es decir, reiteró que el cumplimento de la meta de inflación es un requisito para lograr la de empleo.

Además, como se anticipaba, Powell informó que la FED decidió abandonar el enfoque adoptado en agosto de 2020 que, basado en la experiencia de varios años con tasas de inflación muy bajas, llevó a la Reserva Federal a ser más tolerante con cifras de inflación por encima de su meta de 2%. Desafortunadamente, este enfoque se adoptó poco antes de que la pandemia llevara la inflación en Estados Unidos a su mayor nivel en 40 años. Lo anterior, combinado con la percepción de que los choques de la pandemia tendrían efectos transitorios sobre los precios, agravaron las presiones inflacionarias.

Habiendo dicho lo anterior, la parte del discurso que era esperada con mayor interés eran las señales sobre el rumbo de la política monetaria y, más concretamente, sobre la posibilidad de que la FED reduzca su tasa de interés en su reunión de septiembre. Powell abrió la puerta, aunque de manera cautelosa, a esta opción.

En específico, señaló que es razonable suponer que las presiones inflacionarias derivadas de la política arancelaria de la presente administración serán de corta duración. Indicó que considerando lo anterior, la postura restrictiva de la política monetaria y el balance de riesgos, parece factible disminuir la tasa de interés en septiembre.

Powell no hizo referencia a la inquietud que ha surgido recientemente por la independencia de la FED. Sin embargo, el discurso no contiene ningún indicio que lleve a suponer que considera viables las expectativas de Trump de una reducción de al menos 3 puntos porcentuales de la tasa de interés de política monetaria, o incluso las del Secretario del Tesoro, Scott Bessent, que ha declarado que existe margen para que dicha tasa caiga entre 1.5 y 1.75 puntos.

Cabe destacar, en este sentido, los comentarios de Powell respecto de “…tasas de inflación por encima de la meta durante más de cuatro años que representan una fuente prominente de preocupación para familias y empresarios”, su convicción de que “…la estabilidad de precios es esencial para una economía sana y estable”, y la incertidumbre sobre “…hasta dónde llegarán y cuáles serán los efectos perdurables” de las políticas de Trump.

Pocos días después del discurso (¿coincidencia?) Donald Trump anunció que existen “causas justificadas” para remover de su puesto a la gobernadora Lisa Cook, cuyo periodo terminaría en 2038, por supuestos delitos en el trámite de créditos hipotecarios antes de su llegada a la FED. Al considerar esta acción ilegal, la gobernadora se ha negado a abandonar su puesto y ha demandado a Trump. Se considera probable que el tema llegue hasta la Suprema Corte.

Si Cook fuera removida, 3 de los 7 integrantes de la Junta habrían sido nombrados por Trump, pero el número subiría a 4 si Powell saliera de la Junta al terminar su periodo como presidente en mayo de 2026. Esto no les daría mayoría en las decisiones de política monetaria, que son tomadas por el Comité Federal de Mercado Abierto, integrado por los 7 miembros de la Junta más 5 presidentes de los bancos regionales de la Reserva Federal. Sin embargo, la aprobación de los nombramientos de estos últimos, prevista para febrero de 2026, requiere del visto bueno de la Junta.

Los mercados han tenido una reacción tibia ante estos acontecimientos, probablemente debido a que su resolución tomará tiempo y el resultado no es claro. En contraste, la reacción de numerosos analistas ha sido de gran preocupación, ya que consideran a la remoción de Cook como un ataque frontal a la independencia de la FED. Además, se ha señalado que el gobierno de Trump está analizando opciones para ejercer más influencia sobre los bancos regionales de la Reserva Federal y Scott Bessent ha insistido en que es indispensable iniciar una reforma profunda de la institución.

Aunque el final de esta historia es incierto, existen cuando menos dos contrapesos que Trump tendrá que superar para concretar su decisión.

El primero es el respaldo legal. No se cuenta con precedentes sobre la interpretación de lo que es una “causa justificada” y recientemente en casos similares la Suprema Corte ha considerado a la FED como una institución de naturaleza especial. Si la decisión fuera favorable a Trump, se abrirían las puertas legales para un control de la FED por el gobierno estadounidense.

El segundo son los mercados. Si el despido de Cook empezara a verse como una posibilidad real, su reacción probablemente sería abrupta. En particular, la perspectiva de que las decisiones sobre las tasas de interés se guíen por objetivos políticos podría aumentar las expectativas de inflación y afectar la confianza en el dólar y la deuda gubernamental, resultando en tasas de interés de largo plazo más elevadas, justo lo opuesto de lo buscado. ¿Insistiría Trump en la misma receta con estos resultados? Parece difícil.

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