A pesar de que Mnemósyne , decían los griegos antiguos, es la madre de las musas, en el prefacio a El arte de la memoria, Frances A. Yates advierte que en los tiempos modernos, la mnemotecnia “carece más bien de importancia. Pero en la época anterior a la imprenta, el adiestramiento de la memoria era de extraordinaria importancia”. Recuerda Simónides de Ceos cantó un poema lírico en honor de su huésped, en el que incluía un pasaje en elogio de Cástor y Pólux. Scopas dijo mezquinamente al poeta que él sólo lee que “en un banquete que daba un noble de Tesalia llamado Scopas, el poeta pagaría la mitad de la cantidad acordada y que debería obtener el resto de los dioses gemelos a quienes había dedicado la mitad del poema. Poco después se le entregó a Simónides el mensaje de que dos jóvenes lo estaban esperando afuera y querían verlo. Se levantó del banquete y salió al exterior pero no logró hallar a nadie. Durante su ausencia se desplomó el tejado de la sala de banquetes aplastando y dejando bajo las ruinas, muertos a Scopas y a todos los invitados, tan destrozados quedaron los cadáveres que los parientes que llegaron a recogerlos para su enterramiento fueron incapaces de identificarlos. Pero Simónides recordaba los lugares en los que habían estado sentados a la mesa y fue, por ello, capaz de indicar a los parientes cuales eran sus muertos. Los invisibles visitantes, Cástor y Pólux , le habían hermosamente pagado su parte en el panegírico sacando a Simónides fuera del banquete momentos antes del derrumbamiento. Y esta experiencia sugirió al poeta los principios del arte de la memoria de la que se le considera inventor”.
El arte de la memoria pertenecía a la retórica, pero ha adoptado formas varias como el Ars brevis de Ramón Lull, como las Sombras de Giordano Bruno , como el Teatro de la memoria de Giulio Camillo . Entre las invenciones consuetudinarias de la memoria, la que se conoce como “historia” no parece la menos común.
Como Simónides de Ceos, historiadores se han propuesto rehacer ciertos hechos, a veces verosímiles, a través de la memoria. Sin embargo, como lo ha advertido, entre otros, Emerson, los recuerdos íntimos derivan en recuerdos de un recuerdo de un recuerdo... Los historiadores tienen que recurrir con frecuencia a la memoria ajena cuyo origen puede hallarse en una memoria incierta.
Las noticias postreras de una mujer quemada en la hoguera en Tolouse en 1275 y la del primer juicio masivo y ejecución de brujas perpetrados también en Tolouse en 1335, entre otras, han persuadido a muchos historiadores de la existencia de una secta de brujas perseguidas por la Inquisición. Dos eruditos lo sostuvieron en sus libros sobre brujería en la Edad Media: W. G. Soldan en 1843 y J. Hansen en 1900.
Sin embargo, en Los demonios familiares de Europa, Norman Cohn reveló que esos hechos resultaban improbables y una falsificación introducida en la Histoire générale de Tolouse y en una Histoire de l’Inquisition por “un autor de innumerables novelas malamente históricas, con una marcada inclinación por lo siniestro, lo misterioso y lo melodramático”. Se especializaba también en fabricar fuentes históricas espúreas, que producía en millares de páginas: Etiénne-León de Lamothe-Langon.
Entre otras obras, no se resistió a escribir e imprimir memorias de Richelieu, de madame du Barry y, por supuesto, de Napoleón Bonaparte.