Entre ciertos lectores y entre ciertos espectadores, el estreno de Catálogo razonado, la obra de teatro de Juan García Ponce dirigida por David Hevia y Juan José Gurrola, el jueves 20 de julio de 1989 a las 8:30 de la noche en el Teatro Santa Catarina, en Coyoacán, importó una curiosidad, una provocación, un acontecimiento, acaso una revelación. La obra había sido publicada en 1982 por Premiá editores de libros con un dibujo de Balthus en la portada.

Aunque, según lo confesó en la autobiografía que publicó a los 34 años en la colección Nuevos Escritores Mexicanos del Siglo XX Presentados por Sí Mismos, ideada por Emmanuel Carballo en Empresas Editoriales S. A., Juan García Ponce empezó a escribir “una tras otra, nunca al mismo tiempo que otra, mis primeras, frustradas, obras de teatro”, en una época que tuvo su culminación cuando “una de ellas, El canto de los grillos, obtuvo el Premio Ciudad de México en 1956. La celebración duró varios días”, no había publicado ninguna obra de teatro, del que sostenía haber abjurado, desde Doce y una, trece, que se imprimió en septiembre de 1962 en la Revista de la Universidad, y cuya primera representación, según Daniel Escoto, fue radiofónica, en Radio UNAM, en 1963, dirigida por Nancy Cárdenas con Violet Gabriel, Ketty Valdés, Felio Eliel, Carlos Durán, Leopoldo Salazar y Lorenza Aguirre.

Pretendiendo quizá ejercerlo subrepticiamente, con la complicidad de Juan José Gurrola, a quien le dedicó Catálogo razonado y que dirigió Doce y una, trece en la Casa del Lago en 1964 con decorados de Roger von Gunten, García Ponce incitó creaciones teatrales y cinematográficas varias como los films Tajimara, Gironella, Cuevas y Rojo, y las invenciones escénicas de Los exaltados de Robert Musil y Roberte esta noche de Klossowski, que todavía comentamos hasta algunos que no la vimos.

No se ha dejado de advertir que en el principio de la escritura de Juan García Ponce puede hallarse la mirada. No se trata de una observación detenida sino de una mirada que no sólo descubre lo evidente, sino que resulta inquietante, reveladora y transgresora. Naturalmente esa mirada lo indujo a la contemplación obsesiva de pintura, a la exploración de la creación y a las posibilidades de esa creación. El escenario de Doce y una, trece, “debe recordar el cuadro de Henri Matisse titulado Estudio rojo”, “debe dar la sensación de que es precisamente eso: un escenario, en el que la elección de objetos no obedece a la realidad caótica y casual, sino a una realidad teatral”. En Catálogo razonado, la escenografía procede de “un enorme cubo de los que, trazando su proyección geométrica, pinta Arnaldo Coen”, de la pintura de Roger von Gunten, “de uno de los interiores que se mostraban en los cuadros de la primera época de Joy Laville”, de Ventana que da a la Course de Rohan y dibujos de Balthus, donde “la acción ocurre en la imaginación del autor” en “el tiempo fuera del tiempo en el que se desarrollan todas las obras de teatro”; se trata de una obra posible que también trata de la creación de esa obra posible.

Recientemente, Ediciones Odradek ha publicado Doce y una, trece y Catálogo razonado de Juan García Ponce, que incitan a descubrir algo más de la obra múltiple de un creador incesante, lúcido, incisivamente irónico, que vivía con la mirada atenta, rodeado de cuadros.

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