En fotografías y recuerdos conversados, en cartas y textos varios, en una revista y libros, en historias que parecen legendarias, en la escritura de escritores admirables sobrevive algo de lo que José Lezama Lima llamó “el ceremonial de Orígenes”, que conformaba asimismo lo que María Zambrano consideraba “La Cuba secreta”.
Guiándose por tres fotografías, en el prólogo a la edición facsimilar de la revista Orígenes , que publicaron El Equiliibrista y Ediciones Turner en 1989, Marcelo Uribe recreó algo de ese “ceremonial”: comidas en la iglesia de Bauta, en las que presidían la mesa José Lezama Lima y el padre Ángel Gaztelu, su párroco en ese entonces, en las que se reunieron Cintio Vitier, Collazo, tipógrafo de los talleres Úcar Ocaña, donde se imprimía Orígenes, Bella García Marruz, Eliseo Diego, Lorenzo García Vega, el pintor Mariano, Julián Orbón, Octavio Smith, Fina García Marruz.
En el texto preliminar a María Zambrano en Orígenes, editado por Ediciones de El Equilibrista en 1987, Eliseo Diego rememoraba otras de esas reuniones frecuentes en las que se conjuraban los amigos que crearon la revista Orígenes de 1944 a 1956 en torno a Lezama, por lo que manuales de literatura suelen referirse a ellos como “el grupo Orígenes”. No sin cierta felicidad recobrada, Eliseo Diego evocaba las reuniones en casa de Julián Orbón, “a quien llamé, a secas, el Músico”, a las que también acudía una mujer llamada María, que “usaba para sus cigarrillos una larga boquilla de ébano. Jamás mujer alguna la habrá manejado con tanta elegancia y gracia”, ante la cual hasta el propio José Lezama Lima callaba para oírla”; era María Zambrano, que entonces se había refugiado en La Habana, que confesó, en ¨La Cuba secreta”, que sintió “a Cuba poéticamente, no como cualidad sino como sustancia misma. Cuba: sustancia poética visible ya. Cuba: mi secreto.
“Ahora un libro de poesía cubana me dice que mi secreto, Cuba, lo es en sí misma y no sólo para mí”; se refiere a Diez poetas cubanos 1937-1947, la antología concebida por Cintio Vitier conformada por los poetas que creaban Orígenes, entre ellos, Fina García Marruz .
Se dice que Fina García Marruz era una iluminada que descubría en lo inmediato una realidad misteriosa, que vivía en un universo en el que lo que ocurría podía parecer una visión, que pronunciaba con naturalidad frases literariamente reveladoras.
De los resquicios que advertía con lucidez natural en el devenir cotidiano, “en una dimensión desconocida de lo evidente”, también está hecha la poesía de Fina García Marruz. Se trata de inminencias que pueden resultar inquietantes, de momentos en los que convergen lo que ha sucedido, lo que sucede, lo que está por suceder, de misterios que derivan inexorablemente en el misterio de la fe. “Fina García Marruz, recogida, envuelta en su propia alma”, escribió María Zambrano, “realiza esa hazaña que es escribir sin romper el silencio, de quietud profunda de ser”.
El último lunes de junio, Fina García Marruz sufrió esa transformación que llaman “la muerte”. Tenía 99 años. Era, ella misma, un siglo.
Cuando de pronto el mundo de ese acento distinto
cobra una intimidad exterior que sorprendo,
se oculta sin callar, sin hablar se revela,
comprendo que es el corazón extinto
de esos días manchados de temblor venidero
la razón de mi paso por la tierra.
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