Como muchos, Lev Davidovich Bronstein vivió mucho tiempo en fuga. Se sabía perseguido y conocía al más peligroso de aquellos que lo consideraban su enemigo. Se le identifica sobre todo por su nom de revolutionnaire: León Trotsky . En México, donde había hallado refugio en enero de 1937, recibió una proposición de la editorial de Nueva York Harper & Brothers: que escribiera la biografía de su perseguidor: Iósif Dzhugashvili, que en la Konspiratsia adoptó el nombre de Stalin.
“La escritura de esta biografía para nada obedeció a la ira o al impulso de venganza”, ha escrito su nieto, Esteban Volkov. “De hecho, León Trotsky sólo aceptó el encargo del libro a regañadientes. Su mayor interés estaba en concluir la biografía de Lenin, que ya había empezado”.
En la introducción, Trotsky confesaba que su “biografía política” se proponía “mostrar cómo se formó una personalidad de ese género y cómo subió al poder usurpando el derecho a un papel tan excepcional. Por eso, al describir la vida y la evolución de Stalin durante el periodo en que nada o casi nada se conocía de él, el autor se ha preocupado de hacer un análisis meticuloso de hechos y pormenores aislados y del testimonio de quienes los presenciaron; mientras que al valorar el último periodo, se ha limitado a una exposición sintética, presuponiendo que los hechos, al menos los principales, son suficientemente conocidos por el lector”.
Entre las adversidades a las que tuvo que sobreponerse no fue la menor la falta de documentos, la información exigua y a veces secreta que se confundía con la mitología perpetrada por los “Plutarcos soviéticos”.
El día anterior al que recibió la proposición de Harper & Brothers , su hijo León Sedov había sido asesinado en París. Trotsky temía que “a través del hurto o de otros medios”, refiere Rob Sewell, “los agentes estalinistas robaran o destruyeran los borradores y, por lo tanto, se tomaron todas las precauciones posibles para mantenerlos a salvo”. Entre otras circunstancias aciagas, “debió mudarse de la casa de Diego Rivera en mayo debido a la ruptura de éste con el trotskismo, además de la batalla legal por la custodia de su nieto Sieva (Esteban Volkov)”.
El atentado del 24 de mayo lo obligó a dedicarse a declaraciones legales que le impidieron dedicarse a su “pobre libro”, que el 20 de agosto de 1940, el día en el que murió asesinado Trotsky, “estaba a medio terminar”, según Sewell. Su edición estaba planeada para 1941, pero “el gobierno de Estados Unidos intervino para impedir que fuera publicado. Después de que Hitler invadió la Unión Soviética, Roosevelt no quería molestar a su nuevo aliado, Iósif Stalin”.
Natalia Sedova, la viuda de Trotsky
, se opuso a la “violencia insólita cometida contra los derechos de autor” cometida por el traductor al inglés y editor Charles Malamuth, que suprimió frases y párrafos y le añadió comentarios que no pocas veces le atribuyó a Trotsky.
Rob Sewell y Allan Woods han reconstruido el borrador, que publicaron el Fondo de Cultura Económica y el Museo Casa de León Trotsky el año pasado.
No se trata de una mera curiosidad o un libro sensacionalista, sino de uno riguroso y revelador del biógrafo y el biografiado.