En algún lugar de lo que, se dice, fue la pista del hipódromo de La Condesa, que devino calle circular: Amsterdam, hay una galería peculiar: Pepe, que sin ser secreta, puede parecer de iniciados, en la cual, en septiembre y octubre hubo una exposición peculiar: Late Roman Paintings, de Pablo Soler Frost. La conformaban cuadros sin nombre, hechos de colores precisos que evocaban el rojo de Pompeya y al azul del Mar Mediterráneo y el Mar Adriático; compuestos de pocos elementos, sin ornamentos; personajes clásicos romanos, ofidios que adoptaban formas infrecuentes, un preso en Germania que aguardaba suplicios posibles, la transfiguración de la Tumba del Nadador de Paestum, la Loba romana cifrada en fragmentos de colores. Podían parecer inquietantes, pero se adivinaba en ellos un juego y un sentido del humor sutiles, que no prescinden del erotismo.
Después del mediodía del sábado 25 de octubre, en el finissage de la exposición, Pablo Soler Frost leyó algunas páginas de El desconocido, su novela que acaba de publicar Zopilote Rey en Oaxaca con un dibujo en la portada que podría proceder de alguno de los cuadros de la exposición o de un dibujo de Jean Cocteau, uno de los personajes de la trama descubierta por medio del I Ching.
En la “Nota del autor” liminar, Pablo Soler Frost advierte que “es una novela construída a partir de otros libros, notablemente del I Ching, libro de las mutaciones, uno de los textos de adivinación más sagrados y sin duda el más antiguo, de la civilización china. Es un libro que contiene el mundo, como otros libros lo hacen, pero en él el mundo queda reflejado en 64 hexagramas, cada uno con su nombre. Usé estos nombres como títulos de los capítulos de esta novela”. Recuerda asimismo que “para C. J. Jung los 64 hexagramas ‘son el instrumento mediante el cual puede determinarse el significado de 64 situaciones distintas y por otra parte típicas’. Por eso me atreví a usarlos para anclar cada uno de los 64 capítulos de esta novela. Sirvan también como un homenaje a uno de mis maestros, Salvador Elizondo”.
Aquel sábado, Pablo Soler Frost confesó que el destino de ciertos personajes le era revelado por sucesivas tiradas del I Ching con monedas; como las que se mantienen en suspenso en Farabeuf.
Como en los cuadros de su exposición, como en sus primeros libros: De batallas y Legión, como en la saga de los Jensen: La mano derecha, Malebolge, Edén, también El desconocido de Pablo Soler Frost adquiere la forma de una evocación, en la que convergen Jean Cocteau y Berenguer, un joven anarco-sindicalista catalán de la resistencia, en París ocupada, en París de la liberación, en Francia de posguerra; entre colaboracinistas y disidentes, inquisidores al uso, pintores, escultores, escritores, actores, surrealistas persistentes, André Breton, Louis Aragon, Picasso, el cinematógrafo, en un entramado de erotismo que también conforma Milo, que ha regresado de Indochina con su familia.
Se trata, sin embargo, de una historia íntima, revelada por el I Ching, contada sin afectaciones, escrita cordialmente con un rigor amable y un sentido del humor sutil, como un juego en el que también aparece un personaje marginal llamado Soler.

