No parece insólito que en ciertas conversaciones, en algún momento, surja el nombre de Jomi García Ascot. Se trataba de un hombre de una elegancia natural, generoso, que practicaba una curiosidad dispuesta al asombro y un sentido del humor sutilmente agudo y lúdico, de un devoto de la amistad y las cosas simples. Tiene algo de legendario. Había ideado el Cine-Club del IFAL, había sido uno de los incitadores del grupo Nuevo Cine, había dirigido un film significativo: En el balcón vacío a partir de textos de su esposa María Luisa Elío, a quienes Gabriel García Márquez dedicó Cien años de soledad. Era un poeta que creía que “escribir poesía es hablar de huecos y presencias”. Quizá su poesía pueda cifrarse en Del tiempo y otras gentes, el título del libro que editó su hijo, Diego García Elío, poco después de su muerte, en 1986, en lo que empezaba a ser Ediciones del Equilibrista. En sus poemas, bajo la certeza de “que todo lo mirado es ya nostalgia / que toda espera es la espera de un recuerdo”, convergen ciudades, días, calles, el café, personas, el cine, libros, el beisbol, la música...
Sin embargo, no sin ironía, al recibir el premio Xavier Villaurrutia en 1984 se reconoció como “un publicista”; como un poeta que, como otros poetas, alquilaba su “imaginación marginal para poder permanecer absolutamente libre en la expresión de lo que me importaba”. Entre sus creaciones se hallan “la familia pequeña vive mejor”, “el momento dorado” para la cerveza Carta Blanca, “Desenfriol es un tiro”, “la chispa de la vida”. Pero esencialmente Jomi García Ascot era un conversador inagotable, que no sólo revelaba con agudeza amable, haciendo parecer evidentes cualidades de un libro, de una película, de una composición musical, sino minucias circunstanciales, cotidianas, y el asombro que pueden deparar las cosas simples.
No como una evocación, esa conversación se mantiene en su escritura. En la segunda página de Con la música por dentro confesaba que solo se proponía “charlar de música” como solía hacerlo con sus amigos. Recientemente, El Equilibrista y la Universidad Veracruzana han publicado Actitudes. Apuntes sobre historia y literatura, de Jomi García Ascot, con prólogo de Leonardo García Tsao, editado por Diego García Elío, que ha compilado “una serie de ensayos, notas, borradores y más que él (su padre) tenía la ilusión de publicar reunidos, siguiendo los pasos de uno de sus escritores favoritos, autor de uno de sus libros de cabecera: La tumba sin sosiego, conjunto de ensayos, ocurrencias y reflexiones del escritor británico Cyril Conolly”.
Como en sus conversaciones, en este libro, Jomi García Ascot no puede dejar de ensayar la crítica y la crítica de la crítica de cine, de hablar de Buñuel, de arriesgarse a advertir lúdicamente que “sobre bustos no hay nada escrito”, de imaginar “viñetas” y “mini films” marcados por su sentido del humor, de deternse en Poeta en Nueva York de Federico García Lorca, en Emilio Prados, a quien le dedicó un poema en Un otoño en el aire y que —creía “sinceramente y tiempo habrá de confirmarlo— el poeta de habla española más importante de este siglo (el XX) y a la vez, probablemente, el menos conocido”; tampoco puede dejar de compartir en fragmentos sus lecturas de La Rochefoucauld, de Jules Renard, de La Bruyere, de Conrad, de Francis Scott Fitzgerald, ni de recordar “un café con Juan Rulfo”.
Como ocurría con sus conversaciones, este libro depara una felicidad feraz y uno se queda con ganas de seguir platicando con Jomi García Ascot.