Como es del conocimiento público, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible fue aprobada en 2015 por los Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas, incluido nuestro país. De lograrse avances importantes en este modelo de desarrollo social, económico y ambiental instrumentado mediante 17 objetivos y 169 metas, se alcanzaría un punto de inflexión en el desarrollo de la humanidad.
La Agenda busca construir un futuro distinto al inercial mediante la convergencia de millones de voluntades y esfuerzos para reducir las desigualdades sociales y entre países; poner fin a los rezagos en la alimentación y la salud; construir colectivamente entornos pacíficos y de equidad de género; promover el crecimiento económico inclusivo; establecer nuevas modalidades de consumo y producción; combatir el cambio climático y sus efectos; cuidar los océanos y los recursos marinos y luchar contra la desertificación, entre otros aspectos relevantes.
Sin duda hay avances, ya que una diversidad de actores sociales, la comunidad científica, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales se han comprometido con la Agenda 2030, y como consecuencia de este trabajo colaborativo y nuevas políticas públicas se están teniendo algunos logros, pero aún insuficientes para revertir tendencias.
Lograr una transformación estructural a nivel de todo el planeta, como el que se propone, requiere de mayor conocimiento y sensibilidad sobre los factores de riesgo a nivel individual y de grandes sectores de la sociedad. La mejor manera de lograrlo es atender el desarrollo humano, asegurando avances significativos en los primeros cuatro Objetivos: 1. Poner fin a la pobreza en todas sus formas; 2. Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible; 3. Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades y 4. Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos.
Si nos proponemos cuidar de nuestros niños y jóvenes, abatiendo rezagos, ampliando la cobertura y la calidad educativa, asegurando el desarrollo pleno de sus capacidades humanas, científicas y técnicas, estaremos avanzando por un sendero seguro hacia el desarrollo anhelado.
Nos queda justo una década para el año 2030 y es tiempo de preguntarnos si estamos haciendo lo suficiente y si nos mantenemos en la ruta de cumplimiento de estos objetivos.
Lamentablemente existe un antes y un después de la sorpresiva llegada de la pandemia provocada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, la cual ha tenido un elevado costo en sufrimiento y vidas humanas con múltiples y profundos impactos sociales, culturales y económicos. Esto, irremediablemente constituirá una fuerte demora en la gestión del cambio a favor del desarrollo sostenible. Una vez superada esta compleja coyuntura, será necesario que la sociedad organizada y los gobiernos focalicen sus esfuerzos en construir juntos, una nueva estrategia para retomar la gestión del desarrollo humano y la sustentabilidad.
Nuestro país y el mundo requieren una nueva normalidad construida democráticamente para avanzar hacia un futuro colectivamente deseado y sin dejar a nadie atrás. Aspiramos a un orden social, cultural, económico y político distinto al que hoy nos coloca como uno de los países con mayor pobreza y desigualdad en el mundo, posición que desgraciadamente se acentuará por los efectos de la pandemia.