Expectativa y realidad son inseparables, se determinan y guardan una relación en la que siempre existe una deuda. Al escuchar que existe una visión humanista como oferta política desde la campaña puntera, la de Claudia Sheinbaum, se abren los caminos del silencio y emergen los espacios sociales que hacen a la doctora voltear hacia otro lado.
Silencio que provoca el desierto y las fosas clandestinas. Silencio absoluto ante el migrante mexicano que huye de casa para conservar la vida y habitar la semiesclavitud que aguarda en los campos de cultivo. Silencio como respuesta a la petición de madres buscadoras. Silencio ante comunidades indígenas despojadas del territorio. Si como expresó José Martí, Patria es humanidad, la comunicación política modelo elecciones federales 2024 no ofrece una Patria para quienes provocan tanto silencio.
En algunos sectores aún existe expectativa por encontrar una palabra que disminuya el carácter de feroz que tiene la cotidianidad para muchos lugares del país y que trascienda la autocomplacencia. Hay una disputa por las percepciones y tras de ella una sumatoria de mensajes. Por un lado, un país con ciertas fallas pero remontables, en ruta de mejorar. Por el otro, una suerte de anomia generalizada con altos grados de violencia.
La campaña avanza y con ella los eventos de impostada algarabia. Plazas llenas para hablar sin escuchar. Todos los días los electores somos segmentados como audiencias y recibimos en forma de clips, spots, reels, bumpers (y lo que se acumule), provocaciones emocionales para sentirnos parte de un proyecto ganador, que no mira el camino sino el puerto de llegada: acumular poder.
La pregunta es: ¿para qué quiere ser presidenta Claudia Sheinbaum? ¿Para ejercer una pugna bizantina por perpetuar los silencios y encasillar a los demandantes bajo el letrero de “adversarios”? Esa película la hemos visto durante seis años. Allende simpatías, hoy ni los jornaleros, ni los migrantes, ni las madres buscadoras, ni las defensoras del territorio, ni los normalistas la pasan mejor que hace seis años.
La oferta está y viene envuelta como desarrollo, justicia, ciencia, educación, seguridad. La expectativa avanza hasta que llega la realidad a lomos del silencio y cuando la justicia coloca contra las cuerdas al modelo político de gobierno.
Como el caso de la comunidad rarámuri de los Bosques de San Elías Repechique, Chihuahua, en busca de lograr el reconocimiento de su territorio. De acuerdo con el reportaje de Astrid Arellano para el portal Mongabay y publicado esta semana, en febrero de 2024 un juzgado federal reconoció el derecho al territorio de la comunidad indígena, dejando sin efectos los permisos de aprovechamiento forestales que particulares tenían sobre dicha propiedad ancestral.
Ante lo que podría constituir un acto de justicia, la Semarnat promovió en marzo un recurso de inconformidad contra la sentencia. “Mongabay Latam buscó a la Semarnat para conocer su postura al respecto, sin embargo, no se obtuvo respuesta”. Llegó el silencio.
Mediante frases de campaña se intenta subyugar la demanda, adjetivarla. La comunicación política del oficialismo obvia, paradójicamente, que los movimientos avanzan, son dinámicos. La historia muestra que llevar las diferencias al terreno donde el delirio de persecución se funde con el autoritarismo marchita la raíz popular de los gobiernos. Y de ello, por más transformación que espete, Claudia Sheinbaum no está exenta.
Consultor en El Instituto