En muchas ocasiones hemos visto, durante los regímenes de Morena, cómo sus representantes se deshacen en vituperios y descalificaciones hacia gobernantes surgidos de otros partidos cuando alguno de sus integrantes es descubierto en ilícitos. Totalmente justificado señalar al transgresor, claro.
Pero, ¿y los jefes inmediatos? También hacia ellos los dirigentes de Morena han dirigido con ferocidad sus señalamientos, con el argumento de que “un jefe debe estar al tanto de lo que hacen sus subordinados”. Suena lógico, pero incluso tal afirmación tiene sus “asegunes”.
En el caso de la seguridad pública, esta línea ha sido mucho más severa, y quizá el caso más significativo sea el del ex presidente Felipe Calderón Hinojosa y quien fuera su poderoso encargado de seguridad pública, Genaro García Luna, hoy preso por complicidad con el narcotráfico.
Todas las voces del régimen de Morena y aliados gritaron a coro que “Calderón sabía”, porque en su lógica del poder era imposible que no estuviera enterado de lo que hacía su encargado de seguridad, quien tras bambalinas también resultó amigo y cómplice de delincuentes, a decir de las autoridades de Estados Unidos.
Ahora, los reflectores enfocan lo que ocurrió y ocurre con Hernán Bermúdez Requena, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana de Tabasco durante el gobierno de Adán Augusto López Hernández, ex secretario de Gobernación y hoy coordinador de los senadores de Morena.
Bermúdez Requena, sabemos ahora, se dedicó a integrar y liderar un grupo narco-criminal llamado “La Barredora”, célula delictiva vinculada al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), incluso mientras era el encargado de seguridad pública en la gestión de Adán Augusto.
Siguiendo la misma lógica que Morena ha aplicado a otros casos, sería innegable que “Adán Augusto sabía”, porque de no ser así, caerían sin remedio muchas narrativas oficialistas, incluyendo el discurso contra el odiado calderonismo.
¿Sabía o no sabía Adán Augusto que el encargado de seguridad pública de su gobierno era al mismo tiempo la máxima cabeza del crimen organizado en su Estado, es decir, el crimen organizado como poder público?
Es una pregunta que ahora el mismo exsecretario de Gobernación ha intentado contestar diciendo que “aunque no he sido requerido, estoy a la orden de cualquier autoridad que solicite mi presencia”, como si no se supiera cómo se las gasta el oficialismo a la hora de que le llegue la justicia “a los cuates”… Similar actitud tiene ahora Morena: la pasividad y “confianza” ante lo que diga “la autoridad competente”. Una pasividad y apego a la legalidad que no han mostrado cuando a algún integrante de la oposición se le señala, a veces incluso sin pruebas ni fundamentos.
Bien pronto se sabrá si estos señalamientos se desvanecen o recrudecen, tomando en cuenta que aún está por venir lo que surja de las comparecencias del hijo del “Chapo” Guzmán, ahora convertido en testigo protegido y cuyo abogado ha intercambiado furiosas acusaciones y contra-acusaciones con la misma presidenta de México.
En tanto, queda claro que para el oficialismo en todos sus niveles existen dos pesas y dos medidas: las acusaciones incluso sin sustento son válidas para todos los opositores, pero cuando se trata de “amigos” del régimen tienen que pasar por todas las pruebas habidas y por haber.
Así se las gastan.