La simbiosis comunicación-política presenta una transformación que inicia en 2018. Emerge como abundante información y fragmentación de audiencias donde se desdibuja aceleradamente la racionalidad, objetividad y relevancia de la narrativa pública para sustituirla por banalidad, irrelevancia y emociones exacerbadas.
Convergen ahora la información personalizada o viraje de instituciones y partidos a políticos y líderes, info-entretenimiento o periodismo sensacionalista, propaganda digital y desinformación planificada. Esto mientras consistentemente se ahonda en la polarización y ataque a periodistas, defensores de derechos humanos e intelectuales.
En ese entorno caótico emergen los jinetes del apocalipsis, no en el sentido literal de revelación, sino como metáforas de la destrucción y fin del tiempo.
Quien monta el jinete blanco que abandera la pestilencia o inminente arribo del antiCristo emerge como la postverdad y distracción. Esa distorsión deliberada de la realidad, los “otros datos” que materializan el cinismo o “saber lo que hacen y aún así hacerlo”, según el yugoslavo Zlavoj Zizek.
Aunque a la posverdad se le identifica como mentira, ignorancia, charlatanería, desinformación, fake news, populismo, propaganda, negacionismo… en realidad es más peligrosa que todos estos términos: Es el desprecio por la verdad.
La fórmula para construirla parece inocua: el empleo de los poderes públicos de las técnicas publicitarias. Pero se engendra un incipiente totalitarismo que patea sin miramientos la objetividad.
El segundo jinete del apocalipsis monta un corcel negro y representa al hambre e infoanemia, el contenido insustancial, el infoentretenimiento y lógicas de consumo asimétricas.
Es la proliferación de soft news, la recompensa inmediata contrapuesta al periodismo serio y de investigación, el consumo de “chatarra” que evade pensar y ofrece “pasar el tiempo”. La información como apelación a los sentidos, a la banalidad, a consumos superficiales que evitan la contextualización, referencias e incidencias.
Aparece al unísono el jinete en un caballo rojo, el de los conflictos y guerras. Y aquí emerge el periodismo bajo violencia sistémica. El ataque directo, la descalificación e inclusive revelación de datos personales de quienes difieren de la narrativa oficial.
El cuarto jinete de la Apocalipsis, el del caballo pálido aliado con Hades, es el principio del fin. Es la preminencia de las convicciones morales sobre el estado de derecho. Así, se busca que los fallos de los jueces no dependen exclusivamente de la relación formal entre los hechos y la norma. Entonces se consideran elementos morales o preferentes para impartir la justicia. Se canjea norma por intuición. La opacidad y discrecionalidad se extienden.
En el futuro se infiere un ascendente escepticismo, medios de comunicación destinados a los servidores públicos e incapacidad de entablar comunicación que tienda a la equidad e inclusión.
Revertir el galope libre a los jinetes del Apocalipsis inicia con una decisión personal: la selección de los estímulos que aceptamos en la propia percepción y creencias.