Los últimos momentos del emperador
Los últimos momentos del emperador

Ejecución de Tomás Mejía, Miguel Miramón y Maximiliano. Foto: Twitter

Fue un amanecer muy diferente a los que, hasta entonces, había vivido Querétaro. Y miren ustedes que la ciudad había presenciado muchas cosas, como la conspiración que desembocó en el movimiento encabezado por Miguel Hidalgo o la firma de los tratados de Guadalupe, que pusieron fin a la guerra entre México y los Estados Unidos, arrebatando a nuestro país la mitad de su territorio.

Sin embargo, un día de junio de 1867 quedaría marcado en la historia. Habían quedado atrás los bombardeos y la ciudad lamía sus heridas y lloraba a sus muertos, comentando con interés lo que estaba por verse la mañana del miércoles 19.

Había expectación y, dependiendo de las simpatías de cada uno, regocijo o pesar.

Porque no todos los días se fusilaba a un príncipe.

Así que la mañana de ese 19 de junio fue muy especial. Como deben haberlo sido los últimos días de los tres condenados a muerte: los generales mexicanos Tomás Mejía y Miguel Miramón, expresidente conservador de México durante la guerra de Reforma; además del austriaco Fernando Maximiliano, emperador derrotado de nuestro país.

¿Qué habrá pensado este último cuando esperaba la muerte?

De esta pregunta nace Imperio, una interesante novela de Héctor Zagal que nos acerca a la tragedia de un hombre que, bastante enfermo, ve como su tiempo se consume y lamenta o justifica las decisiones que tomó, juzga con dureza a quienes le ofrecieron el trono de México y a aquellos que, como Napoleón III, le prometieron sostener la corona sobre su cabeza.

Pero además tiene miedo, mucho miedo. Miedo a la muerte, pero también a ser tomado como un cobarde, a que le disparen a la cara y su madre un pueda reconocer su cadáver… y, por su la grave disentería que lo afectaba, a defecarse frente al pelotón.

Y reza, maldice y grita. Y recuerda a su esposa, Carlota, a quien cree muerta… pero que en realidad perdió la razón.

Y se aferra a la esperanza de que el presidente Juárez le perdonará la vida, por lo que hace planes para su futuro.

Pero luego lo invade el pesimismo, porque en el fondo sabe que no será indultado. Y entonces llora, grita y recuerda… hasta que llega el final.

Todo esto –y más– lo podremos ver en Imperio, una recomendable obra de teatro que se basa en el libro y está presentándose en el Castillo de Chapultepec, hogar del malogrado emperador y en el que, gracias a su belleza y carga simbólica, una mesa, unas sillas y un crucifijo son suficientes para llevarnos al convento de las Capuchinas, lugar en que Maximiliano estuvo encerrado antes de ser fusilado en el Cerro de las Campanas.

Los últimos momentos del emperador
Los últimos momentos del emperador

“Maximiliano” baja las escaleras en Imperio. Foto: mxcity.mx

Dirigida por Rodrigo González y con la actuación de Ricardo Kleinbaum y Ernesto Godoy como Maximiliano y el piano de Alonso J. Burgos, Imperio nos permite presenciar los últimos momentos del archiduque –con toda la carga emocional que ello implica–, pero también nos permite ver que algunas cosas no han cambiado en México, ya que seguimos emprendiendo obras gigantescas sin cuidar los detalles… como establecer un imperio sin pensar en las pulgas o levantar obras de infraestructura que colapsan tiempo después.

La obra adquiere actualidad, además, porque este sábado 19 de junio se cumplen 154 años del fusilamiento de Maximiliano y la derrota del imperio en nuestro país. Así que nada parece mejor para conmemorar este acontecimiento que disfrutar de esta emotiva obra en el hermoso Castillo de Chapultepec.

Hay que verla, vale la pena.

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No solo para apoyar al teatro mexicano, tan golpeado por la pandemia, sino para acercarnos a uno de los momentos más trascendentales de la historia de nuestro país. También es importante conocer el pasado de nuestro México, ya que aquellos que desconocen su historia están condenados a repetirla… y pruebas tenemos bastantes.

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