El inicio del mandato de Donald J. Trump como el 47º presidente de los Estados Unidos de América (EUA) ocurre en un contexto en el que la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, goza de un gran apoyo popular. Casi ocho de cada diez personas consideran que ha realizado un buen trabajo durante los primeros 100 días de su administración. A quienes intentan generar un estado de incertidumbre en nuestro país tras la llegada de Trump al poder, les recordamos las palabras del científico social Max Weber: “Son los intereses, y no las ideas, los que dominan directamente las acciones de los hombres”.
Hans Morgenthau, director del Centro para el Estudio de la Política Exterior Estadounidense de la Universidad de Chicago, afirmó que los intereses deben entenderse en términos de poder, definido como la capacidad de controlar las acciones de otras personas o naciones. Explicó que el poder se ejerce mediante órdenes, amenazas, autoridad, carisma o una combinación de estos, y que cuando se recurre a la violencia, el poder político cede su lugar al poder militar, lo que perjudica el prestigio. Esto ayuda a entender la desconfianza hacia los EUA en varios países de América Latina, especialmente en el último cuarto del siglo pasado.
En varias ocasiones y conferencias, el presidente Trump, miembros de su gabinete y otros voceros han reconocido que perciben un declive en el poder político de los EUA, lo que da sentido al aforismo que marcó su campaña: “Hacer a América grande de nuevo”, enfatizando “de nuevo” porque, en su opinión, el país dejó de serlo. En su discurso inaugural, el presidente Trump expresó frases como:
— “A partir de ahora nuestro país … será respetado de nuevo en todo el mundo”;
— “Vamos a ser la envidia de todo el mundo”;
— “Se acabó el declive de nuestro país”; y
— “No se denegará más el glorioso destino de nuestro país”.
Estas frases podrían llevar a Morgenthau a anticipar que Trump adopta una 'política de prestigio' para mantener o incrementar el poder de los EUA frente al inevitable reajuste del orden mundial provocado por el ascenso meteórico de China como potencia. La creciente influencia y prestigio de China persuaden a un número creciente de países de la región, incluido Brasil, la mayor economía de América Latina y miembro de los BRICS junto con Rusia, India, Sudáfrica y, más recientemente, Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Etiopía. Cabe destacar que en la XVI Cumbre de los BRICS, celebrada en Kazán, Rusia, del 22 al 24 de octubre de 2024, participaron representantes de 36 países, cuya población conjunta representa más del 50% de la población mundial.
Las amenazas del presidente Donald Trump no son producto de improvisación ni de ocurrencias; son parte de una estrategia diseñada para influir en las negociaciones, incluso antes de sentarse con las partes involucradas. Sin importar a qué región volteemos, observamos que en casi todo el planeta, a la mayoría de los socios de los EUA se les han anunciado medidas que se interpretan como agresivas.
Dado que en los EUA residen más de 40 millones de mexicanos, casi una cuarta parte de nuestra población total, resulta evidente que si a los EUA les va bien, a México también, y viceversa. La lucha contra el tráfico de drogas y armas, contra los generadores de violencia y la corrupción que podría favorecer estas actividades en cualquier lado de la frontera, es un punto en el que ambos gobiernos han coincidido. El intercambio de información, la colaboración y la cooperación son herramientas clave en este combate y deben fomentarse continuamente. No obstante, los principios de confianza, reciprocidad y respeto a la soberanía de ambas naciones son mínimos indispensables para ejecutar una estrategia que genere los resultados deseados.
Podemos concluir que las amenazas contra México no son excepcionales, sino parte de una estrategia global más compleja. A pesar de ser el principal socio comercial de los EUA, México ha sido maltratado en el discurso del presidente Trump. La imposición de aranceles del 25% a los productos mexicanos que ingresen al territorio estadounidense después del 1º de febrero, el cambio de denominación del Golfo de México en los EUA y la inminente designación de los cárteles mexicanos como Organizaciones Terroristas Extranjeras (FTO, por sus siglas en inglés) son gestos de desconfianza y falta de respeto que erosionan la admiración y el prestigio que el nuevo gobierno vecino parece buscar.
La designación de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas evoca recuerdos oscuros de intervencionismo. En primer lugar, porque, de acuerdo con la sección 219 de la Ley de Inmigración y Nacionalidad y la Ley Patriota de los EUA, se abriría la puerta para que el gobierno estadounidense, bajo el pretexto de investigar posibles vínculos con “grupos terroristas”, pueda iniciar el espionaje de cualquier persona o comunicación en México, incluyendo a autoridades de cualquier nivel en nuestro país. El perfil del embajador que enviará a México el presidente Trump, Ronald Johnson, aumenta las inquietudes, ya que fue boina verde del ejército estadounidense, un cuerpo de élite especializado en operaciones no convencionales, guerra irregular y entrenamiento de tropas extranjeras, además de haber trabajado en la CIA. En conjunto, esta medida podría marcar el inicio de un sistema de espionaje operado desde nuestro país, que incluso podría servir para alertar a los EUA de cualquier intención de China u otros países BRICS de aumentar su influencia en México y la región, o bien para imponer a gobierno afín a los intereses norteamericanos.
En una parte de su discurso inaugural, Trump declaró:
— “Mi legado más orgulloso será el de un pacificador y unificador. Eso es lo que quiero ser, un pacificador y un unificador.”
La unidad y la pacificación son ejes que comparten el presidente Donald Trump y la presidenta Claudia Sheinbaum. El respeto mutuo, la confianza y el trato entre iguales son la forma más efectiva de generar prosperidad compartida para los pueblos de ambas naciones. Sí, hagamos a nuestro continente grande. Hagamos América grande.