No soy una persona que se enorgullezca de sus cicatrices, excepto de una. Una cicatriz redonda con forma planetaria que tengo en la parte superior del brazo derecho y que aprendí a portar con orgullo desde pequeña como señal de que había sido vacunada. Al menos en México, muchas personas llevamos esta marca tras haber sido inmunizados contra la tuberculosis. Esta vacuna, la BCG, forma parte del cuadro básico de vacunación que se aplica en México a los niños recién nacidos. El motivo de orgullo por esta cicatriz venía al saber que yo había nacido y sido vacunada de forma gratuita y con la mejor atención médica gracias al sistema de salud pública mexicano.
Aunque las fallas y carencias en nuestro sistema de salud siempre han existido, las tasas de vacunación en México eran equiparables a las de países desarrollados. Si se quería lograr la comparación con Dinamarca respecto al tema de salud tan sólo había que destacar el sistema nacional de vacunación en nuestro país. Lo cual era un gran logro si se considera la diferencia poblacional y de territorio que existe entre aquel país nórdico y el nuestro. Sin embargo, ahora tampoco podemos hacerlo. Esta semana se publicó un reportaje de Nayeli Roldán y Judith Méndez en Animal Político que revela que en el actual gobierno se ha gastado 21% más en vacunas entre 2018 y 2022. Otro de los hallazgos de esta investigación es que las tasas de vacunación han bajado, teniendo como resultado que en este sexenio 6 millones de niños no se han vacunado. Todo esto de acuerdo con información de la propia Secretaría de Salud que dio a conocer como producto de solicitudes de transparencia.
La historia detrás de este descenso en las tasas de vacunación refleja muchos de los cambios drásticos en políticas de salud que han representado grandes retrocesos en términos de cobertura y atención médica. Uno de ellos tiene que ver con la desaparición del Seguro Popular al ser substituido primero por el INSABI y luego por el IMSS Bienestar. Otro de los cambios que ha afectado las tasas de vacunación en el país tiene que ver con el cambio en el sistema de compra de medicamentos y el veto a distribuidoras que trajo consigo un desabasto generalizado.
Lo que más preocupa es que estas decisiones vinieron respaldadas de argumentos de austeridad y acciones anti-corrupción. Sin embargo, tal y como esta investigación demuestra en lugar de conseguir ahorros, las compras de emergencia de vacunas han provocado un gasto mayor por un número menor de insumos. Por otro lado, en lugar de reducir riesgos de corrupción, se ha dado la responsabilidad de compra y distribución de medicamentos a un organismo público desconcentrado, Birmex, que había sido creado para producir vacunas y que tiene un pasado opaco y corrupto.
Este reportaje y otros, así como el trabajo de colectivos como Cero Desabasto, han puesto al descubierto que, en lugar de generar ahorros, cada cambio de política de salud ha venido acompañado de una serie de gastos innecesarios, a la par de una reducción en la calidad de los servicios médicos.
El día de hoy, primero de marzo, se cumple una más de las fechas en las que el presidente prometió tener “el mejor sistema de salud pública del mundo”. Sin embargo, en lugar de eso, tenemos a cuestas una serie de decisiones drásticas en temas de salud que nos alejan de este ideal. Respecto a las tasas de vacunación, sí teníamos un sistema de salud pública que se equiparaba a los mejores del mundo, ahora, desgraciadamente, nos alejamos también de este ideal. Una de las mejores políticas públicas de prevención de enfermedades y de ahorro de gastos futuros en temas de salud es la vacunación, dejar a niños sin vacunas es el peor retroceso.