El escándalo alrededor del supuesto caso de corrupción en Miss Universo, que parecía limitarse a acusaciones de manipulación del concurso o irregularidades en la selección de la ganadora mexicana, adquiere ahora una dimensión mucho más grave: lo que podría haber sido una simple asociación turbia, ahora se lee como parte de una operación criminal que no está siendo del todo investigada por las autoridades mexicanas.

En otras palabras: la “marca”, el glamour, la visibilidad mediática, el patrocinio, los viajes y contratos de Miss Universo, ahora se leen como tapadera perfecta para lavar dinero, legitimar recursos de origen dudoso y desdibujar la línea entre entretenimiento, empresa legal y crimen organizado. Desgraciadamente, lo que este caso evidencia no son excepciones, son señales de un sistema fiscal y legal permeable y falible en el cual vivimos.

El caso Miss Universo pone en evidencia cómo las operaciones internacionales y transnacionales se privilegian en esquemas de lavado de dinero, debido a que ellas dificultan el rastreo de recursos ilícitos. Por otro lado, el uso de empresas fachadas, compañías offshore y estructuras financieras complejas convierte lo legal en una fachada plausible y difícil de rastrear. A esto se suma una falta de supervisión real de las autoridades, así como regulación efectiva o transparencia real por parte de México: ya sea en temas de contratos de patrocinios, compra de licencias o en adjudicación de permisos.

Detrás de todo esto persiste una lógica de “normalidad corrupta” que se construye internacionalmente: mientras el público celebra un concurso y a su “legítima ganadora”, las redes criminales construyen y explotan su entramado en las sombras. Esto confirma una alerta central: no basta con investigar casos aislados, ya que la corrupción y el lavado de dinero no solo operan en contratos públicos, obra pública o sobornos políticos: hoy prosperan en negocios globales, entretenimiento, inversiones en criptomonedas, eventos de alto perfil, así como en fundaciones, patrocinios o franquicias mediáticas.

Para evitar que estos espacios sigan funcionando como portales del crimen organizado, necesitamos una transformación profunda: regular con rigor las estructuras corporativas, así como contar con un registro público de beneficiarios finales para estas estructuras. Otro elemento que ayudaría para detectar estas redes criminales es establecer cooperación internacional entre autoridades financieras, judiciales y reguladoras, para rastrear flujos transfronterizos, desenmascarar estructuras opacas y sancionar a los responsables reales. Sin embargo, en mi opinión, lo que más funciona es promover una cultura de vigilancia ciudadana y periodística: cuando los medios y las organizaciones civiles investigan, exponen y facilitan información, las sociedades, reguladores y autoridades toman conciencia.

El glamour puede ser máscara, pero la corrupción sigue detrás. Miss Universo 2025 demuestra que hoy, más que nunca, el espectáculo, la inversión y la ostentación pueden servir como fachadas perfectas para redes criminales sofisticadas. Ya no se trata tan solo de un concurso amañado, se trata de estructuras financieras globales, sociedades opacas, jurisdicciones secretas, dinero sucio “legitimado” con éxitos mediáticos y contratos millonarios. Ahora toca investigar qué otros esquemas de “glamour” en México, como el futbol y las peleas, siguen el mismo esquema.

Analista de temas de corrupción.

@itelloarista

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