México ha alcanzado un récord histórico en el turismo internacional durante los primeros ocho meses de 2024, con 789 mil 904 salidas internacionales por vía aérea, según el Centro de Investigación Avanzada en Turismo Sostenible (STARC) de la Universidad Anáhuac Cancún. Sin embargo, este impresionante logro turístico no puede entenderse sin un análisis más profundo sobre su contexto y sus implicaciones. En medio de una depreciación del peso mexicano de un 8% frente al dólar, la paradoja se hace evidente: a pesar del encarecimiento de viajar, la demanda por el turismo emisor no solo persiste, sino que crece.
Más allá de la sorpresa que generan estos números, es crucial reconocer que el turismo internacional ya no es únicamente una actividad recreativa, sino un símbolo de estatus y privilegio económico. En un México con una desigualdad creciente, la capacidad de viajar al extranjero se ha convertido en una manifestación clara de esta brecha social. Mientras algunos siguen disfrutando de experiencias turísticas sin preocuparse por la devaluación, la mayoría de los mexicanos enfrenta un contexto económico cada vez más desafiante.
Este fenómeno no es exclusivo de México; en países como Argentina y Turquía, las crisis económicas no han frenado a las clases altas de viajar al extranjero, a pesar de la caída de sus monedas y medidas restrictivas como el "dólar turista". En tiempos de incertidumbre, el turismo internacional se convierte en un símbolo de poder adquisitivo, accesible solo para una élite minoritaria. Mientras tanto, la mayoría de la población, afectada por economías debilitadas, queda excluida de estas experiencias, lo que convierte al turismo en un lujo que profundiza las desigualdades sociales y económicas.
Además, la disparidad económica en el acceso al turismo no se limita a la capacidad de pagar un boleto de avión o una estancia en el extranjero. Va más allá, mostrando una brecha estructural entre quienes pueden aprovechar estas experiencias y quienes apenas logran cubrir sus necesidades básicas. Las aerolíneas y agencias de viajes han ayudado a generar esta realidad, ofreciendo promociones y financiamientos que dan una ilusión de accesibilidad a los viajes internacionales. Sin embargo, esto es un espejismo, pues muchos de estos viajeros están contrayendo deudas que podrían generar crisis personales si las condiciones económicas empeoran.
El crecimiento del turismo al extranjero revela además una dinámica que afecta directamente al turismo local, ya que cuando los sectores más privilegiados concentran sus viajes en destinos internacionales, el turismo interno pierde una parte significativa de su potencial económico. Este desvío de recursos hacia el exterior limita el desarrollo de destinos nacionales que dependen del gasto turístico para sostenerse y crecer. Tanto el gobierno por medio de la Secretaría de Turismo, como la iniciativa privada tienen un papel clave en equilibrar esta situación.
Se deben fomentar políticas y estrategias que incentiven el turismo local, no solo como una opción accesible para la mayoría de la población, sino como una alternativa atractiva incluso para quienes pueden permitirse viajar al extranjero. Esto no solo reactivaría la economía en regiones menos desarrolladas, sino que también contribuiría a redistribuir los beneficios del turismo de una manera más equitativa dentro del país.
La generación de políticas públicas y la regulación del financiamiento turístico son tareas que se deben atender. El gobierno debería implementar regulaciones que limiten las tasas de interés en las compras a meses sin intereses y establecer límites a los montos financiables, protegiendo así a los consumidores de posibles crisis financieras futuras sobre todo cuando está por llegar la temporada de ventas atractivas como lo es el Buen Fin, y las ventas de fin de año, y la iniciativa privada deberá ser responsable con las “ofertas” que presenta que en muchas ocasiones son grandes deudas a largo plazo cuyo costo-beneficio para el consumidor es en ocaciones contraproducente.
El turismo internacional en México, lejos de ser un logro inclusivo, refleja las profundas desigualdades sociales que fragmentan al país. Mientras una minoría puede permitirse escapar a destinos exóticos, la mayoría de los mexicanos enfrenta un entorno económico adverso, con escasas oportunidades para participar en este sector. No es suficiente celebrar cifras récord si estas solo benefician a unos pocos. Es urgente que tanto el gobierno como la iniciativa privada actúen para equilibrar el acceso al turismo y evitar que esta disparidad siga ampliándose. De lo contrario, seguiremos alimentando una brecha que no solo afecta a la economía, sino también a la cohesión social.
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