Por: Gustavo Sosa Núñez

El cambio climático es un tema cuya presencia en el debate público ha ido incrementando gradualmente en el plano internacional. Con el Acuerdo de París, logrado en el marco de la Conferencia de las Partes (COP) 21 en 2015, se creó una inercia para relanzar el diálogo para combatir este problema, tema en la agenda global desde 1992.

Dicho relanzamiento fue acompañado por las respectivas investigaciones científicas que confirmaban, y continúan alertando, de la severidad del problema y la prontitud con que hay que atenderlo. El contexto de ese momento impulsó el activismo ciudadano que cobró fuerza en la figura de Greta Thunberg y sus protestas, así como en la aparición de movimientos en pro del combate al cambio climático, aunque con perfiles, enfoques, alcances, y estrategias diversas. Ahí están los casos de Fridays for Futures, y Extinction Rebellion, por citar un par de ejemplos.

El creciente interés de la población por exigir la consideración de políticas gubernamentales climáticas ocasionó que el tema fuese permeando en el discurso político-electoral, especialmente en países europeos y norteamericanos. En el caso europeo, partidos con tendencias ambientalistas tuvieron un crecimiento importante. En algunos casos conformaron gobiernos de coalición y en donde no, la agenda climática se convirtió en un aspecto importante a considerar en los programas de políticas públicas.

Esto escaló a nivel continental, y la Unión Europea desarrolló el Pacto Verde Europeo, que es un conjunto de propuestas para adaptar políticas sobre clima, energía, y transporte, entre otros temas; con miras a reducir emisiones de gases de efecto invernadero y alcanzar la neutralidad climática en 2050.

Para lograr los ambiciosos objetivos, se proyectó realizar cambios graduales. Sin embargo, falta mucho por hacer. El Consejo Científico Europeo sobre Cambio Climático recientemente publicó un reporte con una serie de recomendaciones para agilizar la descarbonización, pues los avances han sido insuficientes con respecto a lo proyectado (ESABCC, 2024).

No obstante, la implementación y las propuestas de mejoras en este tema traen altos costos políticos. El caso de la contaminación por agricultura es representativo de ello: la intención de reducir el subsidio al diésel ocasionó movilizaciones de agricultores alemanes, franceses, neerlandeses, belgas, españoles, polacos, italianos y griegos. El impacto mediático fue usado por partidarios de la extrema derecha, a fin de buscar posicionarse ante las elecciones europeas que sucederán este año.

En esa misma tesitura, la extrema derecha se ha autoproclamado como defensora de la ciudadanía europea ante un supuesto “fanatismo climático”, tema que acompañan con críticas

a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, al feminismo y la perspectiva de género, así como a la recepción e integración de migrantes extraeuropeos.

La preocupación por la posible ganancia de espacios electorales por parte de la extrema derecha ha ocasionado que quienes buscan reelección este año, como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, marquen distancia de sus propias posturas verdes previamente promovidas. De hecho, da la impresión que quienes defienden y promueven el seguimiento a la agenda climática están siendo marginados, al menos temporalmente, ante la situación electoral actual.

Paralelamente está el contexto bélico actual. La guerra en Ucrania es de especial preocupación y, junto con la incorporación de Suecia a la OTAN, ofrece un panorama incierto que ocasiona que los partidos políticos europeos redirijan sus propuestas para atender intereses, preocupaciones, y preferencias electorales.

Esto ha ocasionado que, ante las próximas elecciones europeas, quienes estaban promoviendo vehementemente acciones de mitigación y adaptación al cambio climático, ahora estén enfocándose en la seguridad y la importancia de desarrollar estrategias militares conjuntas, además de poner énfasis en la atención a lo que consideran el problema de migrantes.

Es así que el combate al cambio climático está siendo relegado del espectro político, ralentizando aún más los esfuerzos que hasta el momento han sido insuficientes. Esto preocupa aún más cuando se observa que la Unión Europea, considerada hasta ahora como paladín climático, se obliga a redirigir la conversación política; lo que puede acabar permeando en otras latitudes, abonando así a establecer una pausa en la atención de este problema.

Referencia:

European Scientific Advisory Board on Climate Change (ESABCC) (2024). Towards EU climate neutrality: progress, policy gaps and opportunities. 17 de enero de 2024. Disponible en: [Acceso: 12 de marzo de 2024]

Foto: Especial
Foto: Especial

Gustavo Sosa Núñez es Profesor-Investigador en el Instituto Mora. Doctor en Ciencia Política y Maestro en Relaciones Internacionales por la Universidad de East Anglia. Realizó una estancia posdoctoral en la FCPyS de la UNAM. Miembro del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores, nivel II. Sus intereses de investigación refieren a la política de cambio climático y calidad del aire en México, y a escala regional e internacional.

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