Fausta Gantús
Es supuesto generalizado que las campañas políticas modernas nacieron en México con Francisco I. Madero a partir de 1909. Ello tiene como base una historiografía tradicional producida después del triunfo revolucionario, que hizo del pasado inmediato al estallido armado, la etapa liberal dominada por la figura de Porfirio Díaz (1876 y 1911), una época oscura. La negación de cualquier adelanto, progreso, innovación, avance, en particular en el caso de las libertades y experiencia política, fue sistemática, como si México hubiera nacido a la vida política con el llamado de Madero al “sufragio efectivo, no reelección” en 1910.
Pretender que la campaña de Madero fue la primera, querer convertirla en el referente y punto de partida de las prácticas electorales del siglo XX mexicano responde a una intención, más o menos consciente, de ligarla con los aires de cambio que la revolución trajo consigo. Pero, también, hacerlo es producto del desconocimiento del pasado en términos de la experiencia comicial. Para decirlo de forma más clara, en realidad aquella campaña maderista constituiría concurrentemente el epítome y el momento fundacional de las prácticas políticas modernas en el país. Esto es, si bien podemos considerarla el punto de arranque de una forma de hacer política característica del siglo pasado en México, en realidad es también la síntesis de un conjunto de experiencias, prácticas y propuestas que se fueron desarrollando a lo largo del siglo XIX en el territorio nacional y que, incluso, hizo suyas, resignificándolas, algunas prácticas comiciales novohispanas. Porque, como es posible suponer, las votaciones no nacieron por generación espontánea ni se inventaron en el siglo XX; en consecuencia habría que preguntarnos ¿cómo llegamos a ellas?, a las campañas electorales de corte moderno que se practicaron en México en el siglo XX y que siguen presentes en lo que llevamos del siglo XXI.
La institución electoral en nuestro país se fue construyendo lentamente durante la centuria decimonónica. Pero, hay que insistir en esto, la idea y práctica electoral tampoco nació en 1821, cuando México se independizó de España, pues para entonces existía ya una experiencia en la materia desarrollada durante los siglos del dominio colonial. Ahora, de lo que hay que ser muy conscientes es que, si bien la práctica del sufragio remonta sus orígenes bastante más atrás en el tiempo de lo que creíamos, la mecánica electoral como forma de nombrar representantes se utilizó, con distintos fines y modalidades, bajo distintos regímenes y fue sufriendo profundos cambios de una época a otra. Las elecciones no han sido siempre iguales ni siquiera han tenido siempre el mismo sentido. Por el contrario, son una práctica política dinámica en constante transformación. Esto es, ha habido un continuo ejercicio de prueba-error y de resignificación constante que han posibilitado que en la actualidad tengamos organismos como el Instituto Nacional Electoral. Llegar a tener hoy esta institución supuso una tarea ardua en la que participaron y participan autoridades y ciudadanía por igual, en la que confluyen leyes, reglamentos, lineamientos, prácticas, costumbres...,en la que se involucran alianzas, negociaciones, rivalidades, ambiciones... En las que siempre se juega algo, aún cuando nos enfrentemos a comicios con un solo candidato.
Y en todo esto, y para todo esto, hay una figura que es esencial y sin la cual las elecciones, simplemente, no serían posibles: los votantes. Quiénes eran los votantes, es una cuestión a la que hemos dado respuesta en el libro Elecciones en el México del siglo XIX. Las prácticas (México, Mora/Conacyt/TEDF, 2016), digamos aquí, de manera muy rápida que se contó casi siempre con un principio de sufragio amplio, esto es, que podían votar todos los varones mayores de 18 años si estaban casados y de 21 si eran solteros. Aunque se discutió en algunas ocasiones, a las mujeres no se les concedió ese derecho (lo que ocurriría hasta 1953) .
Pero, ¿cómo y por qué iban esos hombres con derecho constitucional, o sea, en carácter de ciudadanos, a cumplir con el acto electoral? Dicho simplemente: ¿por qué iba la gente a votar? Tratar de responder a esta cuestión nos lleva directamente a otra interrogante, íntimamente ligada a la anterior: ¿quiénes organizaban la participación de los ciudadanos en las votaciones? ¿Cómo eran las campañas electorales “de antes”, “de entones”? Aunque, en realidad, para contestar a esta cuestión tenemos primero que preguntarnos ¿había campañas? ¿cómo eran? Y los candidatos, ¿quién y cómo se elegían? Lo cierto es que son muchas las preguntas que tenemos que hacernos y muchas las cuestiones sobre las que tenemos que investigar para saber un poco más del desarrollo histórico de los procesos y prácticas electorales.
Para intentar responder algunas de esas preguntas, en Campañas, agitación y clubes electorales. Organización y movilización del voto en el largo siglo XIX mexicano (México, Inehrm e Instituto Mora, 2019), un grupo de 12 investigadores se dan, nos damos, a la tarea de estudiar casos, momentos y regiones para ir dibujando el bosquejo de esta historia sobre la cual, hasta ahora, muy poco se había dicho. Se trata de una aventura colectiva que considera experiencias que arrancan en el siglo XVII novohispano y que recorren la centuria decimonónica para cerrar en 1911; esto es, seguimos las pistas de diversas experiencias comiciales. Vemos por igual las enconadas, y en ocasiones agresivas, disputas electorales en los conventos de monjes y de monjas que la participación comicial de grupos indígenas; la organización del primer partido político que tuvo lugar en un estado y no en la capital del país, como pudiera suponerse, que la realización a nivel nacional del primer plebiscito de tipo electoral realizado a partir de voto directo; desde la organización de banquetes y la utilización de cartelones hasta el diseño de campañas con botones promocionales, así como el uso del espacio público; del carácter no protagónico de los candidatos a su presencia física en los recorridos de campaña. En fin, muchos temas y muchos interesantes descubrimientos se conjuntan en las páginas de este libro que se puede descargar gratuitamente en las siguientes direcciones electrónicas:
Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones Mexicanas
https://inehrm.gob.mx/recursos/Libros/Lib_Campanias.pdf
Atarraya. Historia Política y Social Iberoamericana
https://atarrayahistoria.com/portada-y-nota/
@fgantus
Historiadora y escritora. Entre sus líneas de investigación se cuentan las relacionadas con la prensa, las imágenes y las elecciones, todas desde las perspectivas de las historias política y cultural. Sus estudios se centran en Campeche y en Ciudad de México. Es investigadora del Instituto Mora (CONACYT), profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y coordinadora de “Atarraya. Historia política y social iberoamericana”. Autora del libro Caricatura y poder político. Crítica, censura y represión en la ciudad de México, 1876-1888, y coordinadora de varios trabajos colectivos sobre las elecciones, la prensa y la libertad de imprenta en el México del siglo XIX.