Después de 19 años como conductora de televisión, me tomé un merecido descanso. Durante un año me sumergí en experiencias de bienestar y espiritualidad en la India y en la selva del Amazonas. Sin embargo, al segundo año, me absorbió la impaciencia por seguir creando y decidí regresar a trabajar. En ese momento no había muchos espacios en la televisión disponibles, pero mi búsqueda nunca cesó hasta que un buen día, recibí una propuesta para hacer radio. No era algo que estuviera en mis planes, sentía que lo mío era estar frente a la pantalla, además, el sueldo era mucho menor en comparación con la televisión. Sin embargo, me embargó la curiosidad por un mundo nuevo que no conocía y decidí darme la oportunidad. Para mi sorpresa, me enamoré desde el primer programa. Disfruté enormemente de la conexión con la audiencia y la libertad creativa.

Fui muy feliz casi cuatro años haciendo algo que realmente me llenaba. Sin embargo, justo cuando más estaba amando mi trabajo, me llegó una oferta para regresar a la televisión. El programa que me ofrecieron, en teoría, integraría temas de bienestar, salud y espiritualidad, áreas que me apasionan, y, por si fuera poco, el sueldo era mucho más alto que en la radio. Así que con cierto pesar dejé mi trabajo de ensueño y decidí regresar “a lo mío”.

Las cosas no salieron como había imaginado. El contenido del programa no me inspiraba y, debido a un escándalo mediático ocurrido diez años atrás, la audiencia no me recibió como esperaba. Mi sueño se transformó en una pesadilla y en una carga emocional.

Decidí dar un giro. Dejé atrás la televisión y me enfoqué en el lanzamiento de mi plataforma “”, en donde comparto el contenido positivo que a mí me gusta y que me ha hecho crecer. Además, esto me permite estar más cerca de mis hijos en una etapa importante de su vida como atletas de alto rendimiento.

Pagué un precio alto al dejar la televisión: renunciar a un sueldo fijo. Sin embargo, la vida me ha regalado una lección invaluable: aprender a valorar lo que no tiene precio.

El teólogo San Agustín dijo: “Pecamos cuando nuestros afectos no están ordenados correctamente”. El pecado en la actualidad lo usamos para referirnos a comernos un postre muy calórico, pero “pecado” en realidad significa: ruptura. Es una desalineación de lo que amamos. Amamos muchas cosas, pero algunas formas de amor deben estar por encima de otras. El amor por la familia debe prevalecer sobre el amor por el dinero, por ejemplo. Asimismo, si buscamos la fama por encima de la felicidad, estamos alterando el orden de esos afectos.

Por eso es importante reflexionar: ¿qué es lo que realmente amo? ¿En qué orden de prioridad están las cosas que amo? ¿Dedico tiempo a lo que amo o estoy sacrificando lo esencial por lo superficial?

Estar en un lugar que no disfrutas, solo por dinero, es un castigo que nadie merece. ¿Y si, en lugar de ver el dinero como un fin, lo vemos como una consecuencia de estar alineados a nuestro propósito?

Ahora, escribo esta columna en el periódico, estoy creando un nuevo libro, me emociona lo que viene para “” pero sobre todo, estoy disfrutando de mi vida personal y de acompañar a mis hijos en su misión.

El verdadero éxito es sentirte en paz y para eso, a veces hay que pagar un precio. Así que el INGRIDiente secreto es, si todo tiene un precio… elige el que tú quieres pagar.

Gracias por acompañarme una vez más.

IG: @Ingridcoronadomx

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