Cuando era adolescente, soñaba con parecerme a las mujeres que veía en la televisión y en las revistas. Hacía dietas imposibles, horas de ejercicio y pasaba el día entero pensando en cómo verme mejor. Me miraba en el espejo contando defectos, convencida de que si lograba borrarlos sería feliz. Quería ser más flaca, tener la piel perfecta, la ropa de moda y el maquillaje impecable. Toda mi energía giraba en torno a la imagen.
No era la única. La industria cosmética se volvió billonaria alimentando esa obsesión. Nos hicieron creer que, si lográbamos vernos de cierta manera, la felicidad llegaría.
Hoy parece que la moda cambió, pero la estrategia es la misma. Lo que ahora está en el aparador no es solo el maquillaje ni la ropa, sino la espiritualidad, el wellness y el bienestar personal. Basta abrir Instagram: miles de gurús, influencers y coaches ofrecen cursos, retiros, conferencias… Un auténtico tianguis espiritual donde cada quien promete venderte la llave de la felicidad.
La mercadotecnia solo mudó de disfraz. Lo que antes era el rimel y la dieta, ahora es la meditación con cuarzos, el taller para manifestar tu vida soñada, el detox con jugos y vitaminas… Pero la trampa sigue siendo la misma: hacerte creer que puedes comprar una vida perfecta.
El problema es que, cuando haces todo lo que te dicen —comes sano, te suplementas, repites afirmaciones para tener la casa o la pareja que quieres— y no pasa nada, lo que llega es frustración. La promesa era control: “si haces esto, tu vida será como tú quieras”. Y lo único que consigues es sentir que fracasaste, cuando en realidad la vida nunca estuvo diseñada para ser controlada.
La verdadera salud no depende de cuántos superfoods consumas. Depende de qué tanto dejas de resistirte a tu camino. Porque si lo que tu alma necesita para despertar es atravesar una enfermedad, una pérdida o un cambio radical, no habrá suplemento ni visualización que lo impida. Lo único que puede transformarte es tu capacidad de atravesar lo que te toca vivir.
De esto habla Michael Singer en su libro El experimento rendición. Él descubrió que lo que realmente crea una vida plena no es intentar controlar lo que sucede, sino rendirse al flujo de la vida. Y esa rendición no es resignación: es confianza. Es aprender a cerrar los ojos del ego y abrir los del alma. Quizá eso mismo quería decir Jesús de Nazaret cuando hablaba del Reino de Dios: un reino que no se ve con los ojos del cuerpo, sino con los del espíritu.
Porque lo que intentamos manifestar desde afuera casi siempre nace del ego: éxito, control, comodidad; son los disfraces del personaje que creemos ser. Lo que nuestra alma anhela es distinto: paz, amor, propósito. Y eso no se compra, no se vende y no se maquilla. Solo se revela cuando dejamos de pelear con la vida y nos atrevemos a caminar el sendero que ya está ahí para nosotros.
El mundo puede venderte miles de fórmulas. El INGRIDiente secreto es que la verdadera plenitud llega cuando eliges rendirte a tu propio camino, aceptando que todo lo que te pasa —por más increíble o desafiante que parezca— está ahí para tu bien. Y entonces entiendes que tu vida no está para venderse ni comprarse… y dejas de regatear en el mercado del bienestar.
Gracias por acompañarme una vez más.
IG: @Ingridcoronadomx / www.mujeron.tv