Hace un tiempo hice algo que hoy me parece increíble: pagué 151 mil pesos para “liberar a mis ancestros”. Sí, así como lo lees...

En ese momento sentía que la vida me había amarrado con hilos invisibles. Mis finanzas no fluían, mi cuerpo se enfermaba, mis caminos se cerraban. Y pensé: si mis problemas son tan grandes, tal vez no son solo míos; tal vez vienen de atrás, de pactos familiares que me persiguen como fantasmas.

Y entonces apareció alguien que me ofreció una llave mágica: un ritual para romper con todo eso. Yo, agotada y asustada, la tomé. No tenía el dinero y me metí en un desequilibrio terrible con la tarjeta. Lo hice con fe… pero también con desesperación.

Esperaba liberación. Pero pasó lo contrario: las ventas no llegaron, mi salud empeoró, el mundo colapsó. Me sentí estafada, no solo por esa persona con túnica blanca, sino por mí misma, por haber creído que alguien podía quitarme lo que yo no quería ver: mi propio miedo a transitar el dolor.

Eso era lo que estaba esquivando: mirar de frente mis heridas, mi angustia, mi necesidad de control. Quería una salida rápida.

Pagarle a alguien para que te diga el futuro, hacer un ritual que borre el pasado o comprar una fórmula que resuelva el presente son “atajos seductores”, porque prometen resultados sin atravesar el camino. Pero no liberan: solo distraen de lo que tu alma te está pidiendo vivir.

Pasaron los meses y recordé algo que alguna vez leí de Don Juan Matus, el maestro tolteca de los libros de Carlos Castaneda:

“Cualquier brujo que cobra por liberar almas, no está libre él mismo.

El verdadero guerrero no libera ancestros… se libera del linaje.”

Entonces entendí: liberarse del linaje no es desenterrar a los muertos, es dejar de repetirlos.

Es soltar la lealtad ciega a la historia familiar.

Es atreverse a vivir diferente, aunque nadie lo haya hecho antes.

Rompes el linaje cuando decides hablar aunque en tu familia siempre hayan callado.

Rompes el linaje cuando eliges fidelidad aunque vengas de generaciones de engaños.

Rompes el linaje cuando dejas una relación tóxica, aunque tu abuela y tu madre hayan aguantado lo mismo.

Eso no se compra. Eso se elige. Y esa decisión no cuesta dinero: cuesta valentía.

Hace poco vi la película Romper el círculo, que habla de violencia intrafamiliar, y me conmovió porque, en el fondo, de eso se trata, de darnos cuenta de que depende de nosotros cortar el patrón para que no se repita en las futuras generaciones.

Hoy no tengo de vuelta esos 151 mil pesos, tampoco certezas ni fórmulas mágicas. Pero tengo algo más valioso: la visión de que el universo no es un mercado, que ni se alquila ni se vende y mucho menos ofrece promociones exprés para el alma.

Lo que sí puedes pagar es por alguien que te acompañe en el proceso: una terapia, un masaje de sanación, un libro que ilumine y te ayude a soltar. No para cambiar el mapa, sino para ayudarte a caminarlo con menos peso. Eso es muy distinto a comprar una solución instantánea.

Los atajos espirituales son trampas que te roban dinero y tiempo. El único camino real es el de tu alma, y nadie lo puede recorrer por ti. El INGRIDiente secreto es que la libertad no está en pagar por remedios milagrosos… sino en declarar, con tu vida, que el linaje se rompe aquí.

Gracias por acompañarme una vez más.

IG: @Ingridcoronadomx www.mujeron.tv

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