Qué frecuente que nuestro lenguaje no corresponda a nuestros pensamientos.
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El encierro es prueba de fuego para el amor.
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Con el tiempo, la memoria se encoge, como la ropa de lana.
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Aplastaba la colilla en el cenicero, como si se vengara de lo último que le hizo su marido.
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El pie nervioso, cruzado sobre la pierna, asienta o niega lo que nos dicen.