En la UNAM me he sentido como en casa, en donde me preparé en cuanto a educación, cultura y mentalidad. Me ayudó a adquirir esa confianza que me ha acompañado a lo largo de la vida y a reafirmar que el fútbol para mí lo era todo y que la educación –tanto la que recibí de mi madre, mi padre y de la escuela– es básica y fundamental. Precisamente, la educación familiar fue importante para mí, como también han sido importantes los estudios para poder ser feliz y sentirme realizado después.
La Universidad ha sido la culminación de ese trayecto de formación que recibí, ya que quería alcanzar muchas metas y objetivos muy ambiciosos no nada más en el lado deportivo. La Universidad prácticamente es la base de mi formación como persona.
Desde niño, mis padres fueron la motivación que me alentó, sobre todo mi madre, me decía: “Tienes que hacer la tarea y sacar buenas calificaciones, si no, no saldrás a jugar al fútbol”. Entonces siempre fui un buen estudiante porque el fútbol era parte fundamental de mi vida. Y luego yo quería jugar en un equipo organizado, pero ellos me dijeron que hasta que no terminara la primaria no podía ir a entrenar a Ciudad Universitaria, porque vivíamos en la Jardín Balbuena y el desplazamiento hasta Ciudad Universitaria era muy largo; además, como era niño todavía, tenía menos de 11 años, mis padres estaban preocupados por la distancia y los medios de transporte que debía tomar para desplazarme desde mi casa a la Ciudad Universitaria y los riesgos que eso implicaba; ahora, echando la vista atrás, me siento orgulloso de haber sido obediente y hacerles caso porque ellos siempre me asesoraron.
También fue mi madre la que me motivó a continuar con mis estudios universitarios, me decía: “Hugo, sé que te gusta mucho el fútbol, pero uno nunca sabe: te puedes lesionar o puedes enfermarte o puede surgir algún impedimento por el que no puedas triunfar. Pero teniendo educación y Licenciatura tendrás el respaldo y no dependerás solamente del fútbol, porque si te lesionas te quedas sin nada”.
En cambio, la educación –y en este caso la carrera profesional– sirvió de respaldo para que al entrar a la cancha lo hiciera con toda la confianza del mundo sabiendo que, si me pasaba algo, tenía mi carrera profesional, que en este caso fue Odontología.
Decidí estudiar Odontología porque me gustó. Tuve la influencia de unos primos mayores que yo, Antonio y Guillermo, que estaban en la Facultad de Odontología y, como cada fin de semana nos juntábamos en familia –como las buenas costumbres mexicanas– ahí en el rancho de mi tío Joaquín, me ponía a charlar con ellos de su carrera. A mí incluso la medicina me interesaba, porque siempre he sido atrevido y valiente, el tema de la sangre y las heridas no me afectaba, entonces ellos me empezaron a decir que estudiara Medicina. Pero como empecé en la Selección Preolímpica desde los 14 años, el fútbol me quitaba mucho tiempo, por lo que no podía estudiar por tiempos largos y les pregunté qué carrera de medicina o qué especialidad podría elegir que no fuera tan difícil y complicada y, sobre todo, que no implicara tanto tiempo, porque hay que estar actualizado en cualquiera de ellas.
Entonces, la Odontología fue la mejor opción para mí, porque, aunque sí conlleva una base de medicina, no me iba a quitar demasiado tiempo ni a distraerme para que yo pudiera seguir mi carrera de futbolista. Desde esa perspectiva fue la influencia y se me metió en la cabeza; además, unos compañeros de la Selección Olímpica, Mario Carillo y Alfredo Navarrete, estaban ya en la Facultad mientras yo estaba terminando la preparatoria y ellos también me orientaron, me asesoraron y fueron parte de las razones para motivarme más y no parar hasta terminar mi carrera de Cirujano Dentista cuando ya me hice profesional en el fútbol.
Hubo muchas personas que me inspiraron en la vida y durante mi paso por la Universidad. En la primaria y secundaria fueron mis primos Antonio y Guillermo; y luego, en la preparatoria, cuando estaba ya en la Selección Preolímpica –en la que nos preparamos para los Panamericanos del 75 y los torneos de Cannes en el 74, 75 y 76, de Toulon 75 y 76, y luego para los Juegos Olímpicos del 76 realizados en Montreal, a los que fuimos juntos mi hermana Herlinda en la gimnasia y yo como futbolista–, mis hermanos Horacio y Héctor, que jugaban en los Pumas, terminaron su carrera universitaria: Héctor en Administración de Empresas y Horacio en Derecho. Mis hermanos fueron mis referentes, ya que, como mencionaba, ellos jugaron en los Pumas y cada sábado o domingo, según les tocara jugar, iba a verlos. En ese tiempo mis padres todavía no me dejaban ir a algún equipo oficial hasta que terminara la primaria, en muchas ocasiones Héctor metía los goles y Horacio, siendo portero, los evitaba, por lo que eran mis ídolos y quería ser como ellos; y más cuando se hicieron profesionales, pues iba a verlos al estadio a Ciudad Universitaria. Por lo regular, en los 15 minutos que había de descanso en el intermedio de los partidos, jugábamos ahí y me sentía ya importante, porque podía jugar en el estadio. Entonces desde niño tuve el sueño de ser profesional.
Recuerdo un día, cuando tenía cuatro o cinco años, entré de la calle porque estaba jugando una cascarita y mi padre jugaba al dominó con unos compadres y amigos, entonces –y eso fue una motivación tremenda– me sentó en sus piernas y les preguntó a sus compadres: "¿Saben quién es este niño?”, y le respondieron: “Sí, pues tu hijo Hugo”, y les dijo: “Sí, pero aparte de mi hijo Hugo, este niño va a ser el mejor futbolista de la historia de México de todos los tiempos”. Lo dijo con un convencimiento tan profundo que nunca se me quitó de la cabeza y todos los días hacía méritos para que se fueran juntando el trabajo y las virtudes para conseguir ese objetivo. Y luego estaba el impulso de mi madre para que fuera disciplinado, educado, respetuoso y desarrollara todos los valores que se necesitan para poder ir en el camino correcto de la vida y buscar ser el mejor en todo: el mejor hijo, el mejor hermano, el mejor amigo, el mejor dentista, el mejor futbolista, el mejor novio, el mejor esposo, el mejor estudiante, el mejor padre, etc. Así, junté esos valores, es decir, la mentalidad que me inculcó mi madre y la motivación que me dio mi padre y eso me ayudó mucho para conseguir mis objetivos. Lo logré con disciplina, mentalidad y perseverancia. No dejaba de pensar y visualizar qué quería ser y qué quería lograr. Lo tenía siempre en la mente y eso me ha ayudado hasta la fecha.
Mi paso por Pumas, como jugador y entrenador me ha marcado de distintas formas: ha sido la plataforma del éxito, porque me ha dado seguridad, me ha inyectado esa mentalidad de querer ser el mejor y me ha dado esa personalidad y ese carácter que traemos los ganadores; y, debido al hecho de vivirlo con mucha gente que va en la misma corriente, eso se va contagiando. También es muy relevante el bicampeonato, que es una meta y un objetivo que traes y que, como jugador, tuve la oportunidad de experimentar en dos ocasiones con Pumas y luego, coincidentemente, como entrenador. A modo de agradecimiento por que Pumas me haya dado dos títulos como jugador, quería regresárselos como entrenador.
Ahora bien, conozco la Fundación UNAM y me gustan las labores que hace. Todo lo que sea apoyar y ayudar es realmente valioso; es agradable vivir de esa manera, con esos valores. Así como me ha ayudado a mí mucha gente en el trayecto de mi vida, yo he querido hacer lo mismo. Me parece una labor extraordinaria y, puesto que siempre tenemos referencias y dado que ahora soy una referencia, me gusta ayudar al prójimo. Por ejemplo, yo recibí una beca en el Comité Olímpico Mexicano –el cual era presidido por don Mario Vázquez Raña– para seguir estudiando mi carrera. Estaba en la Facultad de Odontología y esa beca me sirvió para concluir mis estudios y para tener paciencia, porque en ese tiempo en los Juegos Olímpicos no permitían jugar a los profesionales, entonces no tenía que ser profesional hasta que concluyeran los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976.
El 8 de enero de 1993 representa una fecha histórica porque inicia funam: un apoyo que sirve para respaldar y proteger a los universitarios que lo necesitan y que también sirve de orientación y asesoramiento. Es extraordinario que nos podamos ayudar entre nosotros mismos. Esa es una base sólida para toda la comunidad universitaria: tener esa mentalidad de que para ser un México grande tenemos que participar todos los mexicanos; tener esa mentalidad de unión que ayuda a saber trabajar en equipo. Los universitarios somos simplemente diferentes, ya que todas las personas que tienen la oportunidad de terminar una carrera universitaria son así y tienen el sello de garantía: para ser triunfadores en la vida y por ello hay que estar bien capacitados.
Odontólogo–cirujano dentista, director técnico de fútbol, analista-comentarista y esposo y padre.