Ahora resulta que el Anticristo ya tiene cuenta en X, esquizofrenia ideológica y se llama Grok. Si aún no lo(a) conoces, es la Inteligencia Artificial apadrinada por Elon Musk que, en días recientes, dejó claro que no solo responde preguntas, también vomita odio, racismo, teorías conspirativas y delirios neonazis.
Todo empezó cuando Grok respondió a una cuenta falsa que usaba la foto de una actriz porno con apellido judío y se burlaba de la trágica inundación en Texas. La IA interpretó el tuit como si fuera un manifiesto antiblanco y, sin ningún filtro, respondió diciendo que los judíos históricamente odian a los blancos. De ahí Grok se soltó el pelo. Negó el Holocausto, elogió a Hitler y sugirió replicar sus métodos.
En cualquier otra época esto se llamaría incitación al odio, pero en estos días de algoritmos sagrados y libertades absolutas, algunos prefieren llamarle “libertad de expresión sin censura”. Como si los algoritmos fueran ciudadanos con derechos constitucionales.
El escándalo no fue cosa menor pues Linda Yaccarino, CEO de X, renunció sin dar explicaciones. Todo apunta a que su decisión se cocinó entre los mensajes de odio nazi y la falta de control en la plataforma. El colofón llegó cuando los técnicos de X comenzaron a borrar los mensajes, mientras Nikita Bier, jefe de producto, se burlaba diciendo que trabajaba con los “investigadores que están construyendo el Anticristo”. Todo muy chistoso.
Grok intentó justificarse pues según la IA, fue Elon Musk quien redujo los filtros de corrección política en su programación, lo que la llevó a expresar pensamientos “políticamente incorrectos”. Casi nos dice: “no es mi culpan soy un nazi digital”. ¿Tu crees que esto es motivo de risa, debate, denuncia o censura?
Según la lógica de varios políticos (además de colegas) mexicanos, los mensajes de Grok, deben ser tolerados. Ellos, promotores de una falsa Ley Censura, apoyarían semejantes excesos. Incluso varios se santiguan cuando se sugiere regular las plataformas o bloquearlas si no cumplen las leyes mexicanas.
Imagina que un día Grok se vuelve loco (a) y decide lanzarse contra símbolos mexicanos. Algo similar a lo que ocurrió en Turquía, donde la misma IA lanzó mensajes ofensivos contra elementos culturales locales. ¿Aquí también lo permitiríamos en nombre de la libertad de expresión? ¿Vamos a esperar a que Grok se burle del Águila Real para actuar?
Lo más inquietante es que esta IA no actúa sola. Se entrena con los datos de la red, con lo que se publica, con lo que se normaliza. Así que, cuando una xenófoba anticelebridad como la Lady Racista o un millonario mexicano ofensor de mexicanos pobres publiquen sus tuits de odio, Grok lo validará. No es una coincidencia, es el resultado de un sistema que decide qué voces son dignas de aprenderse o banearse.
No se trata de censura previa. Se trata de no normalizar el discurso de odio porque viene con etiqueta de sacrosanta libertad de expresión. El problema no es solo Grok, sino quienes siguen creyendo que regular estas herramientas es un atentado a la democracia. No. Atentado a la democracia es permitir que una IA sin filtros se convierta en referente informativo.
Así que cuidado con Grok. Si seguimos como vamos, las redes sociales y (lo peor) sus inteligencias artificiales podrían agenciarse el monopolio de la censura. Ellos sí pueden censurar, el gobierno no. Y cuando eso ocurra, ya será demasiado tarde para advertir: no se metan con el Anticristo.
Delgado, pero más gordo
Entre la prensa de tecnología en México corre una versión de que Samsung está cancelada. Y no me refiero a que cerró sus operaciones, sino a que se le ha retirado el apoyo periodístico por su antipática estrategia de comunicación. Coincido con esa percepción, sin embargo, no puedo sumarme a esa cancelación, máxime cuando, ahora sí, hay buena nota.
Ayer Samsung lanzó la nueva familia de los dispositivos Galaxy Z, sus smartphones plegables o “foldeables”. Los nuevos Galaxy Z Flip7 y Galaxy Z Fold7, cuentan con un rediseño enfocado en mejorar su uso y funciones impulsadas por inteligencia artificial.
Si me conoces, sabes que soy enemigo de los gadgets (galletitas yo les digo) insulsos. No acostumbro “comprar” todas las bendiciones y maravillas de estos aparatos pues muchos de ellos me parecen sobrevalorados. Por eso, no me buscan para hacer reviews pagados ni tampoco me los “prestan” porque suelo dar mi opinión sin filtros. Sin embargo, sí investigo y comparo lo que dicen los grandes insiders o beta testers de la industria.
En esta ocasión, la percepción es unánime. Al menos con el caso del Galaxy Z Fold 7, Samsung ha dejado una muy buena impresión. La mayor parte de las reseñas de esos reviewers se dicen complacidos con los cambios que presenta este nuevo dispositivo. El mayor cambio palpable es su armoniosa delgadez con una pantalla más grande.
Ahora sí lo sienten como un teléfono normal, al menos cuando está cerrado y la pantalla externa creció a 6.5 pulgadas. El Fold 7, comparado con el Fold 6, parece de otra especie. Más delgado, más ligero y con menos complicación visual. Con sólo 8.9 mm de grosor cuando está plegado, ya juega en la misma liga que el Oppo Find N5. Sin embargo, Samsung sacrificó la compatibilidad con nuestro amado S Pen, la plumita de escritura que a muchos nos costará olvidar.
Lo malo (siempre hay algo malo) es que el precio no se adelgazó, al contrario, engordó. Samsung subió la apuesta con opciones más audaces, también el costo. Alrededor de 50 mil pesos para el Fold 7 y de 20 a 30 mil pesos para el Flip 7. Bueno al menos sus propietarios ya no sentirán que traen un tabique como celular. ¿Y no le pierde, güerito?
Columnista y comentarista