Hemos aprendido de las películas gringas que, cuando los antiguos forajidos del viejo oeste embestían las diligencias, la frase era: “arriba las manos, esto es un asalto”. La mayor parte de los bandidos gastaban el botín en parrandas con mucho alcohol y prostitución, mientras que otros se sentían Robin Hood, repartiendo lo ajeno con una mano y empuñando el revólver con la otra.

Pues bien, parece que desde Washington alguien se ha puesto el sombrero de cuatrero justiciero y ha decidido que la mejor forma de “proteger” a su gente es con una política de cuasi extorsión contra los fuereños. Solo así me puedo explicar la millonaria inversión de TSMC en Arizona, que, más que un golpe de mercado parece un atraco bien ejecutado con una pistola arancelaria en la sien.

El fabricante Taiwán Semiconductor Company (TSMC) anunció su intención de invertir 100 mil millones de dólares en nuevas plantas en EU en los próximos cuatro años. Cifra todavía más espectacular si consideramos que ya tenía comprometidos 65 mil millones. Lo anterior no fue una decisión nacida del amor por las barras y estrellas, sino de un mensaje bastante claro de Donald Trump: "Si no vienen por las buenas, vendrán por las malas".

El expresidente, con su peculiar estilo de persuasión, dejó claro en enero que se venía un tsunami de aranceles para quien no fabrique chips en territorio estadounidense. Habló de impuestos de hasta el 100% para las importaciones de semiconductores, una amenaza que, si bien suena exagerada, en su mundo de política de fuerza bruta es perfectamente creíble.

Pero aquí no estamos ante un simple capricho electoral. TSMC no solo fabrica chips, fabrica el futuro. La empresa domina los chips avanzados clave para el desarrollo de inteligencia artificial, una tecnología que todos alaban pero que también representa una ventaja geopolítica. Por eso, en EU no quieren depender de una empresa extranjera, menos aún de una ubicada en un país que China considera suyo; Taiwán.

El problema es que esta estrategia de aranceles disfrazados de política industrial puede terminar siendo un tiro en el pie. Al obligar a los fabricantes a mover su producción, Trump no solo eleva los costos, sino que ralentiza la innovación. Incluso algunos expertos creen que estas políticas podrían perjudicar el desarrollo de la inteligencia artificial en EU mientras China y otros países avanzan sin restricciones.

Además, la situación no es tan sencilla como suena. TSMC puede estar construyendo en Arizona, pero sus instalaciones más sofisticadas siguen en Taiwán. ¿Por qué? Porque mover toda la producción a EU no solo es caro, sino que tampoco es la panacea y menos aún es producir bolillos. La mano de obra especializada, la infraestructura y hasta la cultura empresarial juegan un papel clave en la competitividad de esta industria. Incluso se dice que el gobierno de EU ha presionado a TSMC para que se haga cargo y administre las plantas de chips de Intel en Estados Unidos, empresa que se encuentra en una crisis profunda.

Y mientras todo esto pasa, México debería desempolvar el mapa y recordar que Sonora es vecino de Arizona. La guerra comercial y el éxodo forzado de TSMC pueden representar una oportunidad única para el país. Habría que tener detalles sobre la planta que TSMC piensa instalar en Arizona, pero si es fabricación y no solo diseño de chips, Sonora puede ser una pieza importante. Las tierras raras necesarias para la producción de chips están aquí mero, y si México juega bien sus cartas, podría convertirse en un proveedor clave para esta nueva era de fabricación de semiconductores tanto en el país, como en el extranjero.

Al final del día, esto no es más que una guerra comercial con un disfraz patriótico. Washington encontró en los aranceles una manera bastante conveniente de tapar su déficit fiscal, mientras empresas extranjeras financian la expansión de la industria en EU con dinero que, en condiciones normales, habrían invertido en otros países. Es como meter la mano en los bolsillos de los fuereños.

Así que, si alguien en México sigue creyendo que la globalización es un juego justo, que vaya bajándose del caballo. En este nuevo far west de la política económica, los que no desenfunden rápido se quedan sin botín. Arriba las manos, esto es un arancel.

¿PROMESA O REALIDAD?

Si pensabas que lo más relevante del Mobile World Congress era el lanzamiento de un nuevo smartphone con más cámaras de las que realmente necesitas, te estás perdiendo en la parafernalia de los abrecajas. Ayer Qualcomm presentó su plataforma Dragonwing FWA Gen 4 Elite, una propuesta que promete cambiar las reglas del juego en conectividad 5G y banda ancha fija inalámbrica.

Con un nombre digno de una nave espacial, Dragonwing FWA Gen 4 Elite presume ser la primera plataforma con capacidad 5G Advanced, lo que se traduce en velocidades de hasta 11 Gbps. Todo gracias al Qualcomm X85 5G Modem-RF, un chip que promete lo que todos los anteriores también prometieron: mejor conectividad, más velocidad y una experiencia revolucionaria.

Qualcomm también presume de integrar IA en la conectividad, con un coprocesador capaz de alcanzar hasta 40 TOPS (Tera Operaciones Por Segundo). En cristiano, eso significa que la IA podría optimizar el rendimiento de la red y mejorar la experiencia de usuario.

Uno de los puntos más interesantes es su capacidad para reemplazar la banda ancha por cable. Según Qualcomm, esta plataforma reduce los costos totales y ofrece flexibilidad sin depender de infraestructuras físicas. Aquí podría haber una verdadera revolución, sobre todo en zonas donde el despliegue de fibra es costoso o impráctico. Sin embargo, el problema del FWA (Fixed Wireless Access) no es la tecnología, sino la viabilidad económica y las condiciones de espectro en cada país. A eso agrégale que los operadores a menudo ven estos desarrollos con escepticismo, pues prefieren seguir exprimiendo sus redes de fibra antes de lanzarse al mundo del FWA.

Qualcomm también apuesta por la conectividad NTN Satellite y Dual SIM Dual Active (DSDA), lo que suena prometedor para escenarios críticos, empresas y zonas rurales. Pero, si algo nos ha enseñado la historia de la conectividad es que las velocidades teóricas suelen chocar con la dura realidad de las infraestructuras deficientes y los costos de implementación.

Por ello Dragonwing FWA Gen 4 Elite es una propuesta ambiciosa que podría ser clave para la evolución de la conectividad. Pero entre las promesas de velocidades estratosféricas y la cruda realidad del despliegue de redes, Qualcomm tiene el gigantesco reto de demostrar que esta tecnología no se quedará solo en el papel. Como siempre, el tiempo y los operadores dictarán el veredicto final.

*Columnista y comentarista

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