Cronografías
Hugo Alfredo Hinojosa
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En el tejido social, la polarización política [y el odio] se ha convertido en una realidad cada vez más palpable, sobre todo durante los tiempos de campañas políticas. En lugar de ser un momento de intercambio de ideas y propuestas, las elecciones son un campo donde se libran enfrentamientos verbales, ataques personales y donde hay una exacerbación del rencor entre compatriotas. A mi parecer, lo más preocupante es el odio entre nosotros allende la política. ¿Por qué este fenómeno está en ascenso? Creo que se debe a una especie de hartazgo, no de la gente [hago esa distinción], sino de las clases políticas [y sus ambiciones] e intelectuales [y sus ideologías], las cuales formaron parte de las transiciones democráticas casi inexistentes de México.
Hoy, más que en otros sexenios, la desconfianza hacia las instituciones políticas ha alcanzado niveles alarmantes. La corrupción, la impunidad y los escándalos de malversación de fondos han minado la fe de la ciudadanía en el sistema político generalizado, creando un clima propicio para la radicalización de posturas e ideologías. La comunicación gubernamental falló por completo, se le despreció y pudo ser la herramienta eficaz. Si ya se temía al levantamiento social previo al actual sexenio, me aventuro a decir que hoy sí podría darse esa insurrección, que ya se da a cuenta gotas al interior de ciertos grupos de la ciudadanía real, mas lo único que la inhibe es el temor al crimen organizado que forja y dirige los procederes del gobierno en todos sus niveles en diversas regiones del país. Revisemos las cifras del ENVIPE y el conteo de candidatos asesinados durante este proceso electoral.
En un país marcado por la polarización política, donde las divisiones ideológicas y partidistas parecen cada vez más insalvables, el debate presidencial, por ejemplo, debió haber sido un espacio para tender puentes y buscar puntos de encuentro; sin embargo, se privilegiaron los ataques personales y las confrontaciones estériles. Octavio Paz escribió “[…] aguas heladas del cálculo egoísta, eso es la sociedad, por eso el amor y la poesía son marginales”, y tiene razón. Partamos del romanticismo: para mí como mexicano es urgente un trabajo de unificación nacional, un civismo combativo desde la infancia donde se fortalecen los valores. El reciente debate presidencial ha sido objeto de críticas por diversas razones: algunos señalan la falta de profundidad en las ideas y propuestas, otros destacan los constantes ataques entre los participantes. No obstante, más allá de los detalles técnicos y la retórica política, lo que verdaderamente faltó en este encuentro fue un llamado unánime a la unidad de todos los mexicanos.
Siguiendo la romántica idea de Octavio Paz, es necesaria la ausencia de una ideología de consenso que trascienda las diferencias partidistas y ponga en primer plano el interés superior de la nación. ¿Cómo podemos pedir unión generalizada si no partimos del reconocimiento y la promoción de la unidad? Esta pregunta debería resonar en la mente de todos aquellos que aspiran a liderar nuestro país. Los asesores políticos, en particular, tienen la responsabilidad de orientar a sus candidatos hacia un discurso que promueva la concordia y la colaboración, en lugar de avivar las llamas del enfrentamiento y la división. Los grandes proyectos sexenales no conectan con la gente; vaya, pueden conectar con otros políticos y académicos, pero la gente de a pie no tiene en su imaginario infraestructuras ni premios de gobierno cacareados. Esté quien esté en el poder, el discurso entre los aspirantes siempre debe ser de continuidad con miras a la mejora. ¿Acaso no se entiende?
Es comprensible que, en tiempos de extrema polarización política, los estrategas busquen resaltar las diferencias entre sus candidatos para movilizar a su base electoral; sin embargo, esta estrategia cortoplacista puede tener consecuencias nefastas para el futuro de nuestra democracia. La división y el odio en el que vivimos solo pueden conducir a la parálisis política y, por ende, a mayor abstencionismo.