Michelle Obama es la esperanza de muchos demócratas para ser la presidenta de Estados Unidos, la duda en México es si deportará migrantes si lo consigue. Esta interrogante es legítima, pues el presidente Barack Obama fue nombrado “deportador en jefe” y con él, los mexicanos indocumentados no ganaron ninguna tranquilidad.

Hay pruebas de que la familia Obama conoció de manera tardía a México. Sus primeros referentes fueron los barrios hispanos de Illinois y California, que son muy lejanos a la realidad y la política mexicanas. No tuvieron profundas experiencias de juventud y estudios de español mexicano, como la familia Bush o incluso varios viajes previos antes de estar en la Casa Blanca, como los Clinton o aun los Trump.

Otro problema es que los millones de indocumentados mexicanos en EU organizan su vida laboral, religiosa y escasa actividad política con las poblaciones blancas. Cooperan poco con los afroamericanos y sus representantes comunitarios como los Obama.

Los afroamericanos son distantes de los mexicanos y no hemos podido abrir un puente entre las dos comunidades. Al norte del Río Bravo, la población afro es menos entusiasta que la blanca anglosajona ya sea para vacacionar, estudiar, mudarse o siquiera invertir en tierras mexicanas. Prefieren hacer negocios y visitar el Caribe, Ghana, Reino Unido y aún Filipinas (datos Allianz Global Assistance). Amén, decía Laura Esquivel, de la “falta de consciencia que hay en México sobre los afromexicanos”.

Barack se perdió en la traducción al español, mas eso no significa que Michelle lo repita. De acuerdo con la exdirectora del Alivio Medical Center de Chicago, Carmen Velasquez, el senador Obama prometió una reforma migratoria, pero votó a favor del muro. Para sus 100 días como presidente, se comprometió a que esta sería prioritaria, mas la olvidó. En su primer año en Washington, deportó a más de 400 mil inmigrantes, más que George W, Bush en su último año. En su segundo mandato sumó cerca de 3 millones de deportados. Muchos latinos y otros grupos se sintieron “sentados al final del autobús”, como en la segregación.

Ahora, Michelle Obama tiene más conocimiento sobre los indocumentados y el México real. Además, dio fe, cuando recapacitó por el “horror” de la separación de familias, los niños y jóvenes en centros de detención (agosto de 2020) y criticó la “tolerancia cero” de Trump.

Esa conciencia de la señora Obama quizá ayude a instrumentar un presupuesto importante de ambos países, EU y México, para proteger con recursos amplios a miles de menores indocumentados. Quienes hemos trabajado con niños migrantes sabemos que ellos son los más vulnerables, especialmente las niñas. En relación a una reforma migratoria integral, es difícil saber si ella tendrá la voluntad y las capacidades.

México es el primer interesado en abordar a las inversiones, turismo y agenda política de los afroamericanos, por eso él debe dar el primer paso. Esta puede ser la oportunidad para acercar a dos comunidades norteamericanas con problemas y retos similares.

Finalmente, la llegada a la presidencia de una mujer profesional y que conozca el mundo, ampliaría la calidad del diálogo bilateral. Eso se escucha de los dos lados de la frontera.

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