La geopolítica mundial recibe a la nueva administración de Donald Trump en 2025. Estados Unidos permanece como el país más influyente y asume el poder un presidente caracterizado por la deconstrucción y el realismo en las Relaciones Internacionales.
China es la única potencia económica que reta la influencia global estadounidense y aumenta su presencia en América Latina, Asia y África. El grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, China y Sudáfrica) se luce como una coalición con mayor independencia de Occidente.
América del Norte sigue siendo el espacio vital de la Unión Americana y el nuevo mandatario lanza un embate arancelario, migratorio y de seguridad contra México y Canadá para recordarlo. Es una “máquina de pinball”, en palabras de su ex asesor de seguridad nacional, John Bolton. Les exige una alianza ante importaciones chinas, sacrificios humanitarios en migración y compromiso para reducir violencia, tráfico de drogas y el consumo de fentanilo al interior de EU. En lo comercial, el lobby automotriz occidental será un protagonista clave, pues tiene presencia en los tres países y teme la amenaza china.
Medio Oriente se vislumbra inestable. La guerra en Gaza muestra dos narrativas. Sudáfrica abrió el debate en Naciones Unidas sobre un nuevo “Apartheid”, genocidio y campos de concentración. Aunque esta discusión está vetada por el “blob”, nomenclatura de política exterior de EU, según John Mearsheimer. Trump es excepcionalmente conservador en torno al gobierno de Israel y guarda silencio.
La Unión Europea vive crisis simultáneas. No tiene un líder que defienda las instituciones, ya sea un François Mitterrand francés o una Angela Merkel alemana. La economía no se recupera. Trump ha sentenciado disminuir recursos para la seguridad europea y eventualmente retirar su membresía de la OTAN. Ha prometido también sentar en la mesa a Rusia y Ucrania y pactar la paz, lo que pone en desventaja a los ucranianos. Parece no estar interesado en pelear guerras, sino en negociarlas.
Especialista en geopolítica y miembro de COMEXI