La guerra en Ucrania incendia la tranquilidad del gobierno y las empresas suizas, mientras sus bancos se congelan por tormentas externas. La neutralidad suiza, sus inversiones y también los Alpes sufren de un cambio global.
La imparcialidad de Suiza y la recepción de capital extranjero no son cuestionadas por primera vez, de hecho, son recurrentes en las crisis internacionales. En las dos guerras mundiales se debatía si las cuentas bancarias provenían —sin distinción— de refugiados de origen judío, monarquías occidentales o dictaduras de Alemania, Italia o España.
Es entendible que el gobierno helvético imponga mayores estándares de transparencia a sus bancos. Desde los años noventa, hay presiones internacionales para rastrear inversiones, cuentas del crimen organizado y grandes evasores de impuestos. Tras la crisis financiera de 2008, la Unión Europea y Estados Unidos instaron a que el país alpino eliminara casi todas las ventajas de la secrecía bancaria.
Hasta hace una década, la competencia y el golpe al secreto bancario parecían sólo afectar a los a la cima de su economía. En 1997 Suiza tenía 3 bancos con influencia global, de los que hoy sólo sobrevive uno, UBS. Entonces el ciudadano helvético común no percibía todavía porque eso le impactaba.
Las afectaciones ahora son generales. El sector financiero emplea a más de 400 mil personas y contribuye con cerca del 10% del PIB. La banca suiza ha disminuido en el mundo y con ello, la atracción de negocios e inversiones desde sus representaciones en todos los continentes. El colapso de Credit Suisse es el caso más reciente, banco que por cierto fue obligado a congelar más de 19 mil millones de dólares en cuentas asociadas a Rusia (febrero de 2023).
Los suizos han sido forzados a dejar de ser “tan neutrales” en lo económico y lo político. La presencia rusa ha sido un tema mediático durante el régimen de Putin y Estados Unidos ha elevado ese debate tras la invasión a Ucrania. Así, han aumentado en los medios estadounidenses las dudas sobre la indefinición suiza.
La revista Time y el periódico Washington Post han difundido su caducidad. Presentan al diplomático suizo Thomas Borer, quien retrata a la neutralidad como un valor que ya no le sirve a su interés nacional. Si históricamente fue un instrumento para mantener ventajas geopolíticas y evitar conflictos, ahora obstaculiza la cooperación con Occidente, según el especialista. Incluso, se pone sobre la mesa si la Confederación Suiza además de imponer castigos a Rusia por la invasión, tomaría partido y exportaría armas a Ucrania.
Las sanciones a los rusos y la guerra misma afectan la economía suiza. Es difícil medir si la mejor política para los helvéticos es rescatar su neutralidad o guardarla en la maleta como sugiere Borer y los ideólogos liberales de Occidente. El distanciamiento ruso afectó a la banca y al turismo, mientras que el conflicto descarriló las exportaciones de químicos, alimentos, metales, maquinaria y tecnología.
Los suizos penden de su neutralismo histórico y una serie de avalanchas externas los empuja a un cruce de caminos. Así como los Alpes se descongelan por el calentamiento global, su aversión al riesgo se deshiela.