Hace 22 años, en enero de 2002, publicamos en este mismo diario este texto acerca del hoy tan polémico edificio del Plaza Condesa.
En ese tiempo recibí muchos correos donde se me reclamaba el llamarlo "elefante blanco". Pero a la vuelta de dos décadas, la realidad de esta mole que nunca fue operativa al 100 por ciento, que sólo tuvo chispazos de buenos tiempos gracias a sus locales y cines de antaño y que estuvo en sus últimos años en peligro de derrumbe inminente, nos muestra que no estábamos tan errados e incluso nos quedamos cortos.
Sin duda el hoy demolido Plaza, al igual que el cercano y también famoso edificio conocido como el de la Canadá, son ejemplo de elefantes blancos construidos por nuestros abuelos y bisabuelos, quienes, con todo el respeto que merecen, no siempre tomaban las mejores decisiones.
Copio para ustedes íntegro el texto publicado en 2002:
El elefante de la Condesa
Luego de múltiples protestas por su construcción, el cine y auditorio Plaza, en la Condesa, continúa operando a pesar de su diseño frío y simétrico y una mala ubicación de los locales. Muchos tuvieron la osadía de afirmar que era ¡el proyecto del siglo! ¡Un nuevo concepto arquitectónico y comercial que atraería a los capitalinos de todas las colonias! Incluso hubo quien dijo que su construcción "marcaría una nueva era para los locales destinados al comercio y el entretenimiento".
Pero entre más exagerados eran los vaticinios, más preguntas surgían sobre la forma como se planeaba hacer realidad el enorme edificio.
Ubicado en una de las esquinas más famosas de la colonia Condesa, aquella donde convergen la calle de Tamaulipas, el eje Juan Escutia y avenida Nuevo León, el cine y auditorio Plaza, es una de esas construcciones legendarias, no precisamente por su funcionalidad e historia, sino por la montaña de problemas que acarreó para quedar medio terminado... y mire que este año se cumplen cinco décadas que se inició formalmente su edificación.
Desde un principio, las voces de muchos colonos, en especial quienes acudían a las misas de la cercana iglesia de La Coronación, protestaron ante el proyecto que prácticamente partía en dos la circulación vehicular y obligaba a los coches a dar todo un rodeo entre calles y avenidas.
El arquitecto Francisco J. Serrano, famoso por la construcción de muchas casas y edificios de la colonia Hipódromo, en combinación con Fernando Pineda trabajaron desde los años 40 en el proyecto y aportaron sus muy característicos estilos al edificio.
No obstante, aunque en México se acostumbra ensalzar a los arquitectos de renombre cual si fueran genios o "artistas" que nunca la hubiesen regado (como el caso de Mario Pani y su bien disimulado legado de edificios cuarteados y abandonados), en lo que respecta a esta construcción, tanto conocedores como neófitos estuvieron de acuerdo en que se trataba de un elefante blanco que traería muchos dolores de cabeza.
Parecía que todo había sido diseñado emulando al Titanic, es decir, con monstruosas dimensiones, un diseño frío y simétrico, una mala ubicación de los locales, sin mencionar la invasión de oficinas para una zona de tradición familiar y habitacional.
Sin embargo, confiando en su "sabia visión", los responsables del proyecto continuaron adelante. Entre 1952 y 1959, se suscitaron toda clase de problemas presupuestales. El material resultó insuficiente y los fondos eran escasos para comprar más. De hecho, en más de una ocasión la obra fue interrumpida y a muchos albañiles se les pagó de milagro y a algunos en abonos. Finalmente, en los primeros meses de 1959, la mole sería abandonada y permanecería durante más de 15 años como obra negra.
A mediados de los 70, un grupo de inversionistas intentó revivirla igual que a Frankenstein, pero se asustaron con las cifras y decidieron terminar únicamente la sala de cine, la cual era tan grande, que subsistió durante años a costa de estrenar churritos megacomerciales. Todo para ser cerrada una vez más en los años 80.
Hoy, gracias al fenómeno comercial de la Condesa, el conjunto ha logrado alguna funcionalidad. Muchas oficinas lograron rentarse y cuenta con un banco y algunos restaurantes. Hasta se han intentado negocios tan excéntricos como el de un bar tipo karaoke. En lo que respecta al cine, este fue remodelado y se convirtió en un multicinema (de los baratitos) con mucha selección de buen cine.
Sin embargo, en lo que respecta a seguridad y salidas de emergencia está del cocol. Resulta curioso que en una zona sísmica como la Condesa se hayan aprobado salas en pisos superiores, a las cuales se sube por elevador y cuyo único desalojo es bajando por dos niveles de laberínticas escaleras... pero, ¡al fin que estamos en México!
Así lo escribíamos hace más de 22 años. Hoy el Plaza ya no existe. Los cárteles inmobiliarios seguro se están restregando las manos pensando en los proyectos que pueden edificar en esa zona con costo triple A en la ciudad de México. Habría que preguntar a la alcaldía cuáles serán las normas que regirán los futuros permisos de construcción en esa zona, si bien una de las más caras del país, también una de las más inestables por la zona sísmica en la que se encuentra.