Sí, lo que parecería un reglamento duro y arbitrario, es tema de discusión y queja desde hace años y nosotros lo hemos constatado a lo largo de los años al recibir los correos de numerosos lectores que expresan amargamente su aversión hacia los fumadores en la vía pública, aquellos típicos que hacen bolita afuera de las oficinas para echar el chisme con el cigarrito en mano, los que esperan a alguen afuera de las paradas y estaciones del transporte público con un tabaco comprado a cinco pesitos al de los dulces, esos mismos que caminan fumando por avenidas transitadas como Insurgentes o Reforma echando el humo de sus pulmones a todo aquel que avance detrás de ellos.
Es precisamente este tema el que enciende los ánimos de numerosos ciudadanos, sabedores de que el tabaquismo es un grave problema de salud pública y que extiende sus efectos nocivos más allá de los pulmones negros del fumador, dejando una huella de contaminación ambiental y un alto costo económico en la Ciudad de México. A pesar de las restricciones que limitan el consumo de cigarrillos a la vía pública, el humo y los residuos generados representan un constante asalto a la salud de los peatones y al delicado ecosistema urbano y marino.
En espacios abiertos concurridos el humo de tabaco es una mezcla mortal de más de 7 mil sustancias químicas, de las cuales al menos 250 son nocivas y 70 causan cáncer. No existe un nivel seguro de exposición. Cuando los fumadores encienden cigarrillos afuera de edificios, en esquinas, estaciones de Metro o vías peatonales, el humo se propaga y afecta a los peatones que transitan o se aglomeran en esos puntos.
Y aunque se han establecido Espacios Libres de Humo en lugares de alta afluencia como el Zócalo, y ciertas áreas del Centro Histórico, estas zonas son limitadas y el problema persiste en el resto del espacio público.
“Es muy desagradable estar aspirando el humo cochino de un godínez con ojos aborregados que parece distanciado de la realidad y camina fumando en calles muy transitadas sin importarle los demás, pareciera que se siente el único ciudadano en esas calles y no respeta a niños, jóvenes, personas no fumadoras y lo peor es cuando de ribete tira su colilla al suelo y la pisa”. Afirma la lectora C.C.
Precisamente el tema paralelo a la agresión que representan millones de fumadores diarios en la vía pública es el mar de colillas que deja también su estela en la capital, creando una catástrofe ambiental silenciosa pero masiva.
Las cifras son alarmantes, pues se estima que en México se generan 50 mil millones de colillas de cigarro anualmente y una gran mayoría termina en nuestras calles, donde otras cifras arrojan que tres de cada 10 personas son fumadoras.
Aunque algunos afirman que la solución es que este tema se vuelva prioridad de la agenda de la Secretaría de Medio Ambiente… (risas)… lo cierto es que hasta el 65 por ciento de las colillas, cortesía de nuestros queridos fumadores pueden acabar en el suelo. Contrario a la creencia popular, las colillas no son inofensivas. Cuando llueve, son arrastradas fácilmente hacia las coladeras pluviales y el alcantarillado, mezclándose con el agua. El filtro del cigarro, compuesto principalmente de acetato de celulosa, no es biodegradable, tarda décadas en descomponerse y está impregnado con miles de sustancias tóxicas, como cadmio, arsénico y nicotina, que son liberadas al medio ambiente.
Al mismo tiempo las colillas son un problema grave que contribuye a la obstrucción de las coladeras y la red hidráulica, agravando las inundaciones en la capital del país. Una vez en el sistema de drenaje, su destino final son nuestros ríos, lagos y mares, poniendo en riesgo el ciclo ecológico de especies marinas como peces, moluscos y aves. Algunos expertos incluso señalan que tirar tan solo una colilla puede ocasionar la contaminación de 50 litros de agua potable.
“Me sorprendió cuando el video de la tortuguita con un popote atorado en la nariz hizo que en muchos lugares de la CDMX se prohibieran los popotes de plástico, pero que nadie haya movido un dedo hacia los fumadores por obvias razones ($$$$$$). Soy bióloga de profesión y hemos encontrado toda clase de especies marinas con decenas de colillas en sus organismos que acortan sus vidas, incluyendo tortugas, delfines, etc. La gente no sabe que las colillas además se descomponen con sus elementos tóxicos en los pescados que consumen. Y me quedo corta, porque hay más especies a las que los fumadores están prácticamente asesinando”. Mencionó la lectora B.E.L
Otros lectores afirman que se deben legislar nuevos reglamentos donde se impongan zonas aisladas a los fumadores, como atrás de estacionamientos u otros puntos lejos de las vías principales e imponer, igual que en los alcoholímetros, multas y hasta arrestos de 48 horas a los que fumen en vías principales y tiren colillas al suelo. Todo ello vigilado por una policía de medio ambiente, que en opinión de muchos, debe volver a operar.
“Lamentablemente en México la mayor forma de control social es sentir la amenaza de la extorsión o la mordida por parte de los policías. Ni modo, hay que dar injerencia a los uniformados para que realicen multas y arrestos. Los fumadores sabrán si quieren estar pagando mordidas de 200 pesos por encender un cigarro donde no deben. Pero además deberán de caminar una o dos cuadras hasta los puntos autorizados para prender sus venenos, eso hasta les servirá para hacer más ejercicio y que sus golpeados cuerpos no desfallezcan tan pronto por los centenares de químicos que les echan diario”, menciona la lectora A.P.
Sobre este tema, otros lectores opinan que se debería aumentar las aportaciones al IMSS y al ISSSTE de los sueldos de los trabajadores que fumen, pues el tabaquismo no sólo contamina el medio ambiente y daña la salud de los peatones, sino que también impone una pesada carga financiera al sistema de salud pública en México, cuyos costos médicos atribuibles al consumo de tabaco en México ascienden a más de 116 mil millones de pesos mexicanos anualmente y la atención de las enfermedades provocadas por el tabaquismo representa más del 9 por ciento del gasto anual total en salud del país, una cifra que refleja la magnitud del problema.
“Me pregunto cuantas de esas personas desarrollaron enfermedades por ser fumadores pasivos, tanto en sus casas como en la vía pública por aspirar el humo que los fumadores de banqueta arrojan a la cara de otros. Todavía recuerdo cuando a mi bebito con asma un fumador le arrojó todo el humo en la cara en la esquina de Félix Cuevas e Insurgentes al salir del Metro. Desde entonces creo firmemente en que deben hacerse responsables”, afirma la lectora A. L., quien agregó:
“Además, a mí que me gustan las lecturas espirituales y de sanación, me parece muy grave estar respirando el humo que sale del organismo y los pulmones de otra persona, con su vibra, su energía, que puede ser muy negativa. ¿Ustedes probarían la saliva de desconocidos? Pues los cigarrillos contienen micropartículas de mucosidades directas de los pulmones de su exhalador. Que tal si esa persona es nefasta, ¿ustedes aspirarían su humo para contaminarse? Urgen leyes severas o severísimas para regular a los fumadores de vías públicas”, concluyó.
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