Deleznables sus comentarios, su actitud de prepotencia, dirigiéndose de manera racista hacia un agente colocador de inmovilizadores. Y meses antes, humillando a guardias de su edificio. Hoy Lady racista se encuentra en el ojo del huracán porque olvidó que nos encontramos en la época donde cada persona es una cámara ambulante y la ciudad en sí, una red de cámaras de vigilancia.
Sin embargo, muchos lectores nos han escrito con comentarios diversos. Entre ellos destaca una opinión repetida: Es muy fácil hoy tener como blanco a la señora Pichel, cuando en realidad una gran parte de los mexicanos también encierra en su interior una lady o un lord racista de forma velada, pero que se hace presente cada día, cada mes, cada año, en grandes y micro racismos.
“Eres lady racista cuando eres un actor que es grabado burlándose de la actuación de una Yalitza Aparicio que apenas comenzaba, e imitas un tono de voz estereotipado para dar un ejemplo de actuación en una película”. Sofía B (lectora).
“Eres lady racista cuando a una empleada doméstica no le pagas lo justo, la llenas de labores que van desde la limpieza, el hacer de cocinera, el cuidar niños, incluso hacer jardinería, pagándole la cuarta parte del trabajo que deberían hacer cuatro personas, y aun así, que no cuente con seguridad social”. Angélica Y. (lectora)
“Todos, todos los mexicanos fuimos ladys y lords racistas, cuando en diciembre de 2011 leímos en los periódicos que 50 indígenas rarámuris se habían suicidado por la desesperación de no poder alimentar a sus hijos en la Sierra Tarahumara, pero permitimos que tan solo días después, el 7 de enero de 2012, fuera inaugurada la polémica Estela de Luz, que costó 1,300 millones de pesos. Ahí están los videos como éste, https://www.youtube.com/watch?v=lmt_Q35b3Ws de quienes estaban presentes en primera fila cuando esa aberración comenzó a latir y luego salieron palomas blancas. Ahí casi todos los mexicanos fuimos cómplices por no hacer nada”. Patricia S. (lectora).
Para muchos, ejemplos como el de lady racista comprueba que en México y otros países de América Latina se sigue perpetuando un racismo colonial, un sistema de castas y una jerarquía de piel.
En tiempos de la colonia se estableció un complejo sistema de castas que clasificaba a las personas según su ascendencia y la mezcla de razas. Los españoles peninsulares se encontraban en la cúspide, seguidos por los criollos nacidos en América. Debajo de ellos, se encontraban las diversas castas producto de la mezcla entre españoles, indígenas y africanos, a quienes se les asignaban nombres peyorativos y se les limitaban sus derechos y oportunidades.
Estos nombres no sólo designaban una ascendencia, sino que también implicaban una serie de prejuicios y estereotipos que afectaban la vida cotidiana de las personas. La apariencia física, el color de piel, el tipo de cabello y las facciones eran indicadores de estatus social y, por ende, de acceso a la educación, la propiedad, el trabajo y los cargos públicos. Ni modo, le duela a quien le duela, estas dinámicas siguen arraigadas en el México moderno donde tantos ejemplos nos advierten del racismo entre los propios mexicanos, lo que se conoce como racismo endógeno o discriminación interna.
Algunos expertos mencionan que la pigmentocracia es un término que describe cómo el tono de piel sigue siendo un factor determinante en la estratificación social. Aquellas personas con piel más clara suelen asociarse con mayores oportunidades, éxito profesional y estatus, mientras que las personas con piel más oscura, enfrentan mayores barreras y discriminación. Incluso se han identificado las principales banderas rojas en oportunidades laborales, acceso a la educación, trato en el servicio público, representación en los medios de comunicación y el uso de sobrenombres peyorativos.
Este racismo endógeno, afirman, es particularmente insidioso porque a menudo se niega o minimiza, bajo el argumento de que "todos somos mestizos" o "aquí no hay racismo". Sin embargo, la realidad cotidiana de millones de mexicanos demuestra lo contrario.
Sin embargo, este fenómeno del racismo heredado del colonialismo no es exclusivo de México; es una realidad compartida por gran parte de América Latina. Países como Perú y Argentina, por poner sólo dos ejemplos, siguen esta misma línea. Perú tiene una rica herencia indígena que ha sido históricamente subyugada. El sistema de castas colonial también operó en la sociedad peruana, y el legado de esa época se manifiesta hoy en día en una fuerte discriminación hacia la población indígena y afrodescendiente. La "cholificación", un término que describe el proceso de mestizaje y la apropiación de elementos culturales indígenas, no ha erradicado el racismo.
Argentina, a diferencia de México y Perú, tuvo un proceso de inmigración europea masiva en el siglo XIX y principios del XX y la narrativa ocultó la existencia de poblaciones indígenas preexistentes y la presencia de afrodescendientes, quienes fueron invisibilizados. El racismo en Argentina se manifiesta a menudo en la discriminación hacia las poblaciones indígenas, especialmente en el norte del país, y hacia los inmigrantes de países vecinos como Bolivia o Paraguay que a menudo en comentarios públicos y medios son percibidos como inferiores.
Puesto que “en todos lados se cuecen habas” por los demonios poscoloniales, el ejemplo de lady racista en la Condesa, nos muestra, hoy más que nunca, la vigencia de este deleznable pensamiento arcaico. En el que, sin embargo, casi todos, en mayor o menor medida, hemos sido cómplices.