Los años traen la experiencia… y todos los ciudadanos mexicanos de más de cuatro décadas que tenemos trámites pendientes lo sabemos de antemano: en el calendario “no oficial”, el año en nuestro país termina el 12 de diciembre. No se confíe del calendario gregoriano que marca Nochebuena y Año Nuevo; esa es una falacia importada. En México, la cuenta regresiva final no es para recibir la Nochebuena, sino para el inicio de la operación más grande y coordinada de procrastinación institucional, ciudadana, empresarial y anexos, conocida como el Guadalupe-Reyes.
Cada año, desde la segunda y tercera semana de noviembre, una especie de pánico colectivo se apodera de los ciudadanos. Es el momento de las últimas patadas de ahogado para tratar de hacer algo productivo, para poner en marcha un trámite, para sacar una cita importante u obtener un codiciado permiso.
Si tiene un expediente en un juzgado, si espera una resolución de un tribunal, o si su trámite en alguna oficina de gobierno es vital para su existencia, la ventana de oportunidad es: la última semana de noviembre y los primeros 10 días de diciembre.
Si su documento llega a manos de un empleado público después de las dos de la tarde del 12 de diciembre, será automáticamente catalogado como "asunto del próximo año" y se unirá a la famosa pila de pendientes del limbo para ser revisado a finales de enero… si es que tiene suerte.
Mientras los encargados de ventanillas, las secretarias, los coordinadores, se arreglan, se maquillan para la posada de la oficina, poco a poco a nivel nacional se va entretejiendo ese arte de la burocracia mexicana para declarar el año como institucionalmente concluido a partir del 12 de diciembre e iniciar el grito de arrancón de la carrera del Guadalupe-Reyes.
En este periodo, lo que no se resolvió “se pone en trámite” y se desliza en una carpeta y un archivero con la imagen de San Judas Tadeo, que como en una cápsula del tiempo será abierta hasta cinco semanas después, cuando la cruda de las copas, el ázucar de la Navidad, el Año Nuevo, la Rosca de Reyes, comience a dejar de hacer estragos en el organismo de cada encargado de gobierno.
¿Pa’ qué dejar algo para mañana, si se puede poner en trámite para dentro de un mes?
La salud mental de nuestros empleados de gobierno es prioridad y las curas medicinales con cubas, tequila, cerveza, tamales, ponche, deben seguirse al pie de la letra para evitar ser el frijol en el arroz de las tradiciones burocráticas.
La mala noticia es que para los ingenuos que creen que todo se va a reactivar después del seis de enero. Error, pues durante el Guadalupe-Reyes, muchas dependencias tienen personal de "guardia". Estos héroes anónimos son, en realidad, personal que se sacrificó sin hacer nada, jugando videojuegos y poker en la computadora, para que sus compañeros pudieran irse de vacaciones. Su recompensa es poder tomarse sus dos semanas de vacaciones reglamentarias inmediatamente después de la cuesta de enero, a partir del 7 de enero, cuando la otra mitad de la plantilla de nuestras oficinas desaparece para tomar sus “merecidas” vacaciones de las vacaciones no oficiales.
La consecuencia a nivel nacional es que las actividades sustantivas como la revisión de expedientes, la toma de decisiones o el sello gubernamental que usted tanto necesita, no volverán a “estar en trámite sino hasta después de la tercera semana de enero, ahí por el 20 de enero, si es que algunos no piden unos días extra porque se pusieron malitos en su descanso.
Así… con esta hermosa y arraigada tradición barroca, en México, el año con calendario de 365 días queda reducido, junto con los sábados y domingos, puentes y otras ocurrencias a un ciclo de entre 230 y 250 días hábiles.
En resumen, después del verdadero fin de año del 12 de diciembre en el calendario no oficial, el verdadero año nuevo mexicano llegará hasta el 20 de enero con los primeros saludos en las oficinas y con la coperacha o sorteo para ver a quien le tocan los tamales del día de la Candelaria, porque los que hicieron la rosca el 6 de enero, solo eran “los flojonazos que andaban de guardia” y seguro por codos escondieron el muñeco o se atragantaron con él para que no les cargaran el paquete… en fin, ¿Quién quiere vivir en Suiza y perderse este bello surrealismo?
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