Aunque los datos de organismos internacionales como la UNICEF, actualizados al 2025, calculan que hoy existen en el mundo más de 160 millones de niños que trabajan por necesidad, la voz de alarma de este problema existe en México desde mediados de los años cuarenta, cuando se alzaron las protestas de varios grupos militantes de los derechos humanos que exigieron a la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, revisar el problema de los menores que eran sometidos a labores de adultos por más de 10 horas diarias sin ninguna remuneración.

Por toda la capital el tema caló hondo en la opinión pública y diversas historias sobre niños que trabajaban en talleres, bodegas, comercios y para supuestas casas hogar que los lanzaban a la calle a pedir limosna, comenzaron a publicarse en periódicos y revistas.

Pero lo que más causó indignación fueron las fotografías que mostraban las duras jornadas que debían cumplir los infantes. Algunos de ellos tenían las manos y pies repletos de ampollas, mientras que en otras imágenes captadas por los legendarios fotorreporteros Enrique Díaz y Héctor García, aparecían insólitas imágenes de pequeños obreritos descansando en la salpicadera de un coche de lujo o mirando jugar a otros niños mientras descargaban pesados bultos de un camión.

El 24 de febrero de 1949, se difundió que dos especialistas de la Oficina de Trabajo de los Estados Unidos realizaban un estudio sobre la situación de los menores en las áreas urbanas de México.

Casi al mismo tiempo, el subsecretario de Trabajo y Previsión Social entró al quite y anunció que el proyecto relativo a la reglamentación del trabajo de menores se pondría a consideración del Congreso. No obstante, como después del triunfalista anuncio había que dar una fecha concreta, el burócrata se anduvo por las ramas hasta que fue acosado por los periodistas.

Los ganones de la nota en esa ocasión fueron los reporteros del semanario Presente, quienes publicaron íntegra la siguiente declaración del funcionario:

“El reglamento de trabajo para menores que actualmente se elabora en esta oficina se cimenta en una vigilancia constante para que los niños asistan regularmente a la escuela, como una base para la conservación misma del trabajo y el cumplimiento estricto y rígido de las disposiciones legales tendientes a la formación, ampliación y consolidación de escuelas apropiadas y en horas adecuadas para la asistencia de los menores trabajadores”.

Tal “cantinfleda”, digna de cualquier merolico con aspiraciones políticas, levantó los ánimos de los medios y en los días sucesivos podían leerse encabezados como: “Podrán ser explotados, pero sin faltar a clases”.

Al parecer el más enojado fue un reportero de apellido Avilés, quien en una publicación dirigida por Jorge Piñó Sandoval dijo: “Bien por esa respuesta señor subsecretario. Que el hombre explote al hombre, pero por favor, que haga excepción de los pobres niños”.

Por unas semanas más el tema siguió en el candelero, hasta que el inicio de varias huelgas regresó a las iniciativas al cajón de los pendientes.

¿Cuantos niños que sufren condiciones de trabajo casi esclavo existen hoy en nuestro país? Sin duda una pregunta incómoda para las autoridades que supuestamente velan por la protección de los menores.

Fundaciones internacionales como ChildFund implementan acciones para prevenir el trabajo infantil, enfocándose en programas de desarrollo infantil temprano, educación y salud, así como en el fortalecimiento de las comunidades para crear entornos protectores.

El problema es más complejo de lo que creemos, pues muchas veces se conecta con la migración por trabajo, sobre todo textil y agrícola, cuando familias enteras buscan oportunidades en otras regiones y los niños no cuentan con las condiciones adecuadas para su desarrollo y terminan ayudando a sus familias en sus labores.

La UNICEF, con base en datos proporcionados por el INEGI, actualizó su alerta en 2022 e indicó que en el caso específico de México, no ha habido mucho avance y casi cuatro millones de niños y niñas de corta edad y adolescentes trabajan por necesidad, muchos de ellos abandonando sus estudios. Esta cifra representa el 13.1 por ciento de este sector poblacional.

Después del escándalo de marcas famosas de tenis y ropa que hace unos años fueron expuestas por usar trabajo infantil de fábricas asiáticas para la manufactura de sus productos, muchos irónicos afirmaron que sería lógica la creación de un organismo internacional que vigilara la mano de obra de las cientos de transnacionales que operan en el mundo. ¡Digo! Si los amos globalistas lo permitieran... y si a ingenuidad vamos ¿no podrían las autoridades mexicanas enviar inspectores anualmente a los comercios, talleres, empresas, ranchos, granjas y centrales de abasto para evitar que niños pequeños sean explotados como chalanes y ayudantes? Se los juro señores funcionarios que las leyes ya existen ¡sólo hace falta aplicarlas! Al igual que un viejo texto, ya casi desconocido, llamado Constitución. ¿No me creen que existe? Dense una vuelta cualquier día por el café La Habana, a eso de las 6 de la tarde, y con mucho gusto les obsequio una copia, ustedes sólo invitan una ronda de cortados.

homerobazanuniversal@gmail.com

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