La ambición de Alicia Bárcena por mantenerse al frente de la Cancillería en la próxima administración ha terminado por perjudicar algo que, en otras condiciones, hubiera sido una gestión a la altura de su capacidad y gran inteligencia.
De tal tamaño parece ser su obsesión por diferenciarse de su antecesor, Marcelo Ebrard, que la secretaria decidió apostar a destrabar la negociación del Acuerdo México-Unión Europea, entrampado desde 2016, sin éxito.
Convencida por un grupo de colaboradores, Bárcena apostó un enorme esfuerzo a reavivar la negociación del capítulo energético y de inversiones dentro de ese tratado, como no lo pudieron hacer quienes le precedieron.
La apuesta era de lo más riesgosa porque ni al interior del gabinete había consenso en torno al asunto (especialmente en lo que respecta a energía), y Bárcena optó por meterse en un terreno donde lleva mano Economía.
El desenlace de esta operación, mal calculada políticamente, fue obvio: iniciar un fuerte pleito con Raquel Buenrostro quien —más en sintonía con el pensamiento nacionalista del Presidente— se mostró contraria a comprometer la soberanía energética.
A tal extremo llegaron las cosas, señalan fuentes en el entorno de Buenrostro, que la titular de Economía tuvo que pedir a los europeos no negociar con Alicia ni con su equipo. Al final, la ex titular del SAT debió acudir directamente con AMLO, quien paró en seco la maniobra de Bárcena.
Por si eso no fuera suficiente, en los primeros días de enero de este año, en lo que no parece haber tenido otro objetivo que desahogar su frustración, Bárcena decidió convocar a una reunión con varios integrantes de la Cancillería, misma que inexplicablemente se llevó a cabo en la lujosísima suite Diego Rivera del Hotel Presidente Intercontinental. No es claro quién pagó (la oficina de la canciller no respondió a esta y otras preguntas), pero lo cierto es que se escucharon críticas durísimas contra la secretaria de Economía.
En la crisis diplomática con Ecuador, el manejo de Alicia Bárcena tampoco ha sido el mejor. Si bien la irrupción del gobierno de Daniel Noboa en nuestra Embajada fue un acto aberrante e injustificable, faltó diplomacia de altura y acción política para evitarlo.
A la canciller se la vio muy activa después de lo ocurrido, pero no antes. Cuando hacía falta accionar todas las vías posibles para evitar que la crisis escalara, la canciller parece haber estado un tanto adormecida. De hecho, el grueso de la crisis se continuó manejando a nivel de embajadas, cuando era necesario elevar el asunto al de cancilleres. Bárcena, al parecer, no lo entendió así.
Por lo demás, justo el día en que el gobierno ecuatoriano declaró persona non grata a nuestra embajadora, Raquel Serur, la SRE emitió un comunicado donde anunciaba la concesión de asilo al vicepresidente Jorge Glass, lo que no hizo sino meter más tensión en la relación bilateral.
Por último, al comenzar el asedio a nuestra embajada, lo esperable hubiera sido llamar la atención sobre lo delicado de la situación, elevar las señales de alerta y movilizar todo tipo de apoyo internacional, tal y como lo hizo Marcelo Ebrard cuando nuestra misión en La Paz estaba asediada, con varios integrantes del gabinete de Evo Morales dentro.
Por lo visto, tampoco en este terreno Bárcena ha podido superar al excanciller. La buena noticia, para ella, es que todavía le quedan algunos meses.