El apabullante éxito de Claudia Sheinbaum le debe mucho a la popularidad del presidente López Obrador en una elección que fue un gran plebiscito frente a una gestión que ha logrado cambiar la vida de millones de personas.
Aun así, la primera mujer electa presidente de México –que recibió 5 millones de votos más que AMLO en 2018— tuvo su propio mérito, pese a que algunos se lo busquen regatear.
La candidata pudo moverse exitosamente en dos planos: uno de carácter racional, donde siempre estuvo su fuerte, y otro de tipo emocional que fue capaz de desarrollar a lo largo de la contienda.
En el primer ámbito, Sheinbaum pudo mostrarse como una candidata preparada y de buenos resultados; actuó como una política disciplinada a lo largo de la campaña, y mostró su capacidad para ser la continuadora del proyecto obradorista. Claudia tenía que subirse a un barco y supo cómo navegar en él y llevarlo a buen puerto.
En el segundo plano, el emocional, la candidata también logró una conexión con la gente que algunos anticipábamos difícil. La propia Sheinbaum supo trabajar en algunas de sus propias limitaciones de origen, y lo hizo bien. Una figura que nos habíamos acostumbrado a ver con rostro adusto, empezó a sonreír y se fue soltando cada vez más. Una política que se veía fría y distante logró ser empática y mostrarse cariñosa. Claudia disfrutó su campaña y se notó.
Pero el resultado de esta elección sorprende mucho más allá del desempeño obtenido por Claudia Sheinbaum. Lo que más llama la atención es la mayoría alcanzada en el Congreso y la conquista de siete de nueve gubernaturas que estuvieron en disputa.
Llama particularmente la atención el caso de Yucatán, donde el oficialismo se llevó la gubernatura pese a que la popularidad del panista Mauricio Vila supera el 60%. Incluso uno podría haber esperado que no les fuera tan bien en algunas entidades donde los gobernadores de Morena no están bien evaluados o se han visto involucrados en presuntos casos de corrupción. Aún así, en estados como Morelos y Veracruz ganaron las gubernaturas por 18 y 28 puntos respectivamente.
En el mes de febrero del 2024 Cuauhtémoc Blanco en Morelos tenía una aprobación de apenas 31.5%, mientras que en abril de 2024 la popularidad de Cuitláhuac García apenas lograba superar el 40%. En Veracruz, además, Rocío Nahle estuvo involucrada en diversos escándalos. Aun así, las candidatas de la 4T aventajaron.
Incluso en la Ciudad de México, donde contra toda evidencia se intentó vender la idea de que la ciudad estaba en riesgo, Clara Brugada se impuso sobre Taboada por 12 puntos. Al final se demostró falsa la idea de que un perfil como el suyo no podía ganar la elección.
La fuerza del obradorismo, además, resultó apabullante en seis entidades de la República, donde la victoria de la candidata presidencial de Morena se dio por más de 50 puntos de diferencia. No es casual que cinco de esas entidades se ubiquen en el sur: Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Quintana Roo y por supuesto Tabasco, donde Claudia tiene cerca de 80% de la votación.
De entrada, uno esperaría que la oposición pudiera sacar algunas lecciones de esta derrota en vez de insultar a los electores o descalificarlos con expresiones clasistas, como varios comentócratas lo han venido haciendo.
Sabíamos todos que Xóchitl Gálvez y el PRIAN iban a perder. Lo que no esperábamos era que su desempeño sería tan humillante: El PRD estaría quedándose sin registro, el PRI obtuvo menos votos que MC para la presidencia y el PAN, que obtuvo 18% en 2018, alcanzó apenas poco más del 16%.
La oposición perdió toda credibilidad en esta elección y logró hacer poco o nada para frenar el avance de la 4T. Su palabra se devaluó a tal punto que, pese a los casos de corrupción en gobiernos morenistas, los errores cometidos, y los malos gobiernos en algunos estados, la gente terminó por no creerles nada.
Con una oposición a tal punto estridente y mentirosa, capaz de gritar que AMLO es un “narcopresidente”, Sheinbaum una “narcocandidata” y morena un “narcopartido”, la gente terminó ignorando por completo su devaluada palabra.