Los etnólogos estiman que actualmente se hablan unos 7 mil idiomas distintos en este nuestro mundo; de los cuales poco más del 40% se encuentran en extinción. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cada semana desaparece una lengua, lo que no necesariamente significa una muerte permanente; el propio hebreo cayó en desuso hace unos 200 años y revivió en el siglo XIX gracias a un lexicógrafo lituano. Por supuesto, no todas las lenguas corren con la misma buena suerte y, por lo menos, en la lista de candidatas a desaparecer en México hay por lo menos 21, consideradas por la UNESCO en peligro crítico, entre las que se encuentran el lacandón, el chuj o el ixil al sureste mexicano, pero también el kickapoo, el mayo y el kiliwa al norte del país; ese organismo identifica 141 lenguas en peligro, mayor o menor, a lo largo y ancho del territorio nacional. Se considera que el 50% de los idiomas que existen en el planeta desaparecerán en el próximo siglo; una situación que se agrava si consideramos que en muchos de los casos estos se van sin haber tenido la oportunidad de ser registrados tanto en su gramática, fonética y traducción a una lengua viva o su relación con otras lenguas.
Más allá del enorme trabajo que habría que hacer para no perder en el olvido esos miles de idiomas, en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) a través de su Laboratorio de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial han desarrollado un algoritmo capaz de descifrar lenguas perdidas, además de tener la capacidad de encajarlas en el árbol lingüístico histórico oficial. Este algoritmo comprende la evolución que han tenido las lenguas actuales y ha encontrado patrones predecibles; para ejemplificar esto de manera burda podríamos decir que en el español, por ejemplo, derivado del latín ha pasado del original capillus a cabello de manera natural, y así muchas otras palabras en nuestro idioma han mutado esa “p” por la “b” en la lengua actual, pero no ha sucedido lo mismo con otras letras dada la distancia fonética. Esta capacidad de detectar patrones que tiene el novedoso algoritmo permite establecer relaciones del parentesco interlingüístico que, en el caso de lenguas muertas, no habíamos tenido la capacidad de detectar. Y no sólo ha pasado con las lenguas muertas, en el caso del vascuence que se habla en el noreste de la península ibérica, seguimos sin poder encajarlo plenamente, aun con este algoritmo, dentro una rama de ese gran árbol lingüístico, por lo que sigue como una especie de lengua aislada, eso sí, muy viva.
El MIT ha estrenado este algoritmo muy recientemente y estamos todavía a la espera de comprobar sus capacidades plenas para descubrir qué secretos serán desenterrados de las fosas comunes en las que han sido sepultadas lenguas que han fenecido por una u otra razón. Por supuesto, este tipo de trabajos también abren las puertas para que las lenguas que actualmente están en peligro de extinción no se pierdan en la estadística y que tengan la oportunidad de ser revividas a plenitud en un futuro cercano.
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