Lo que hasta el día de hoy podemos conocer como ciberpoesía , o poesía creada y difundida a partir de los recursos que nos proporcionan las nuevas tecnologías, puede encontrar sus más importantes antecedentes con personajes de la talla del gran Guillaume Apollinaire , quien tomaba como inspiración el agua de lluvia; pero también hay una fuerte influencia de los llamados poetas concretistas , un movimiento de vanguardia europeo nacido en la década de los 50 y que tenía como principales características el uso de efectos gráficos, en donde la poesía se acercaba al lenguaje del diseño. Sin embargo, fue justamente el poeta y crítico literario francés más importante del siglo XIX, Mallarmé , quien utilizó recursos impregnados de “tecnología” para hacer del lenguaje un novedoso producto cultural, visual, gráfico y sonoro.

Hoy en día la ciberpoesía, o también llamada poesía electrónica , se caracteriza por el empleo de diversos recursos tecnológicos que van desde el hipertexto, la animación bi o tridimensional, hasta las más avanzadas interfaces de realidad virtual.

Evidentemente con el nacimiento de la ciberpoesía, surgieron varios personajes pertenecientes a generaciones nacidas entre 1980 y 1990; ciberpoetas de diferentes mundos y rangos cualitativos, pero en general muy conscientes de cómo la democratización y acceso indiscriminado a la red implica un medio para exponerse ante el mundo, así, tal cual y sin filtros.

En palabras de Rafael Morales Barba , filólogo experto y docente de la Universidad Autónoma de Madrid , la llegada de estas nuevas generaciones ha significado un aluvión de poemas de crisis, pulsiones afectivas o malestar inmediato, y del que los prosumidores (productores y consumidores) se alimentan día con día.Lo que queda muy claro, es que el prestigio de la poesía proviene del papel, aunque también hay que tener claro que el medio no hace al poema.

Hoy se pueden leer y escuchar a algunos de los íconos de esta nueva corriente, los influyentes Marwan, Luna Miguel o Elvira Sastre , por citar solo a algunos de los representantes del paisaje youtuber y otras redes sociales, quienes además de tener un inusual número de libros publicados en editoriales tanto importantes como independientes, forman parte de comunidades literarias cibernéticas siendo miembros de una red donde tejen sus versos miles de escritores más. Y justo ahí es donde podríamos encontrar los puntos negativos de la ciberpoesía, pues la saturación y la indiscriminación ayudan tanto a dejarse ver, como a mimetizarse y perderse entre tantos nombres y calidades dispares, porque aquí no hay antologías, como en el papel.

Es importante hablar de calidades, sin duda, y habrá que puntualizar que hay material de buena manufactura, teniendo en cuenta que los textos son publicados sin ningún filtro literario; sobran, por supuesto, los que son carentes de recursos o herramientas retóricas, y donde abunda la autorrepresentación y temas tocados apenas en la superficie; estos conviven junto con otros que han llegado a la edición impresa (sin que esto implique necesariamente un salto cualitativo), como es el caso del español hijo de palestinos Marwan, quien además de cantar sus versos, tiene ya publicados y bien ubicados en las mesas de las librerías de los más vendidos, cinco manuscritos de poesía que han logrado enganchar a un sector de nuevos lectores que cada vez se van metiendo más al mundo de esta otra poesía y los puntos positivos que pueda traer.

Estas comunidades líricas, abiertas, múltiples y llenas de matices se caracterizan también por su participación en revistas digitales y talleres, webs y blogs como la Revista Kokoro, Voz Vértebra, la Antología de Poesía Futura o el seminario Euraca, cuyos editores están luchando por crear una nueva identidad generacional de cibernautas capaces de exigir ciberpoesía, en sus palabras, de calidad.

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