Según el maravilloso texto escrito en 2001 por el doctor Larry Shiner “La invención del arte”, éste se define a partir del latín ars y del griego techné, términos que se refieren a casi cualquier habilidad humana, ya sea montar a caballo, escribir versos, remendar zapatos, pintar vasijas o gobernar. Al pasar de los años la definición, y en consecuencia la forma de ver el arte, cambió y se ha ido adaptando a aspectos que tienen que ver con la división de ciertas actividades y su migración, al principio, hacia las artesanías o los diseños.
Cuántos nos hemos preguntado alguna vez qué pasaba por la cabeza de, por ejemplo, Goya al pintar “Saturno devorando a su hijo”, que expresa uno de los capítulos fundamentales en la cosmogonía grecolatina que engloba un tópico oriental y occidental que narra el origen del mundo partiendo del caos, donde la creación divina impone orden dando vida a los seres y a sus emociones, y que sólo Goya, un artista muy alejado de esos primeros conceptos, pudo ser capaz de plasmar de un modo tan estéticamente trágico.
Pues para sorpresa de todos los historiadores y críticos de arte de la vieja escuela, quienes aún siguen comparando análisis iconográficos con las caóticas y muy humanas existencias de sus creadores, hace unos días se presentó en la Universidad de Oxford a la “artista” humanoide AI-Da.
Su creador, el doctor Aidan Meller, quien también es director de la galería con su mismo nombre, puntualizó que el nombre de la “artista” robot está inspirado en Ada Lovelace, hija de Lord Byron y reconocida por ser pionera e hito en la historia de la programación.
Dentro de la presentación, AI-Da mostró una serie titulada Unsecured Futures, formada tanto por pinturas, como por esculturas generadas a partir de un análisis de los objetos por parte de la inteligencia artificial que genera el robot, quien crea un camino virtual concreto de algoritmos, produciendo real-space coordinates que se relacionan con operaciones matemáticas, y que logran que sus brazos mecánicos comiencen con la creación.
AI-Da cuenta también con una cámara que le permite desarrollar un reconocimiento facial, lo que la hace capaz de dibujar retratos de personas en tiempo real, aunque su estilo predilecto es el abstracto, en el cual el algoritmo de inteligencia artificial interactúa en un plano cartesiano, creando versiones aleatorias del espacio.
En cuanto a la escultura, AI-Da trabaja a partir de la tecnología 3D y una de sus piezas, una abeja, fue resultado de la combinación de un dibujo previamente realizado por el robot, con un posterior mapeo real del insecto. El resultado de la distorsión original y el render fue modelado en bronce.
“La exposición cuestiona nuestra relación con la tecnología y el mundo natural al presentar cómo la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías pueden ser simultáneamente una fuerza progresiva, disruptiva y destructiva dentro de nuestra sociedad”, puntualizó Aidan Meller en la presentación de AI-Da.
Lo que queda ahora es cuestionar si todos aquellos que han definido al arte desde la antigüedad, y hasta nuestros días, están dispuestos a replantearse, una vez más, con nuevas ideas de lo que hasta hace no mucho se definía como una de las actividades más características de nuestra raza; si la conciencia, la visión (parcial) de la realidad y la sensibilidad seguirán siendo elementos intrínsecos de aquel que crea una obra.