Hace unos días la UNAM publicó un boletín que pasó de puntillas en la oleada informativa del día: una aplicación educativa que conecta lenguas, cultura y comunidad, con actividades lúdicas para preservar idiomas originarios y fomentar el aprendizaje digital inclusivo. Esto representa un potente cruce entre tecnología, cultura y justicia lingüística.

La app, desarrollada por el iOS Development Lab de la FES Acatlán, trabaja sobre SwiftUI y se estructura en módulos pensados para niñas, niños y mujeres. Así, combina formación tecnológica con activación cultural: cursos de verano, talleres y el uso del Open Lab para aprender de forma autodidacta. El objetivo no es solo enseñar a programar, sino empoderar comunidades para que tomen el control de sus propias narrativas lingüísticas.Se trata de un modelo que democratiza el acceso a herramientas digitales y al mismo tiempo genera una conciencia del valor cultural que cada lengua guarda.

Este enfoque se inscribe dentro de una tendencia global en la que la tecnología educativa adopta principios de acceso abierto y co-diseño con comunidades. Una tendencia con raíces en iniciativas recientes, donde se analiza cómo las TIC pueden transformar la autorregulación en el aprendizaje y abrir espacios ciudadanos digitales integradores.

No estamos ante otro caso de “edtech” vacío: esta app funciona como archivo vivo de lenguas menos reconocidas, un repositorio interactivo que enseña vocabulario, construye narrativas y combina historias contadas en lengua indígena y español. De esa forma, el lenguaje deja de ser un objeto de estudio para convertirse en sujeto vivo.

Además, el hecho de que se distribuyan cursos especialmente para niñas y mujeres no es azaroso: responde a una lógica de equidad de género que ya forma parte del Plan de Desarrollo Institucional 2023-2027 de la UNAM, que incluye objetivos como perspectiva de género, inclusión social y bienvenida activa de públicos tradicionalmente marginados.

Este tipo de proyectos también refleja una apuesta de la UNAM por posicionarse como una institución digital moderna sin perder su identidad cultural. La app no compite con gigantes tecnológicas; más bien, reta su hegemonía cultural. Al poner en el centro a comunidades lingüísticas diversas, pone en evidencia que los algoritmos podemos convertirlos en aliados del patrimonio cultural en lugar de homogeneizarlos.

Lo emocionante de este tipo de labor no termina con la app. En la FES Acatlán ya se desarrollan cursos de verano, laboratorios abiertos, y se promueve la programación para todos. La pregunta franca que surca estos esfuerzos es: ¿cómo escalar un laboratorio local para que otras lenguas y comunidades se sumen al mosaico digital?

Aquí entra la gestión educativa pública: desde redes universitarias como Cultura UNAM o Centros de Estudios Regionales, se podría impulsar un repositorio compartido, una biblioteca digital colectiva de lenguas en riesgo. El modelo de la app serviría como piloto replicable.

La app educativa de la UNAM representa un cruce vital: entre programación e identidad, entre comunidad y tecnología, entre conocimiento digital y ecosistema cultural. Ilustra que una simple herramienta puede abrir caminos de justicia lingüística y de empoderamiento comunitario. En un tiempo donde los datos y los algoritmos gobiernan discursos, esta iniciativa nos recuerda que la diversidad cultural también puede ser digital, viva y accesible.

herles@escueladeescritoresdemexico.com

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