o que hasta el día de hoy conocemos como ciberpoesía, o poesía creada y difundida a partir de los recursos que nos proporcionan las nuevas tecnologías, puede encontrar sus más importantes antecedentes con personajes de la talla del gran Guillaume Apollinaire, quien tomaba como inspiración el agua de lluvia; pero también hay una fuerte influencia de los llamados poetas concretistas, un movimiento de vanguardia europeo nacido en la década de los 50 y que tenía como principales características el uso de efectos gráficos, en donde la poesía se acercaba al lenguaje del diseño. Sin embargo, fue justamente el poeta y crítico literario francés más importante del siglo XIX, Mallarmé, quien utilizó recursos impregnados de “tecnología” para hacer del lenguaje un novedoso producto cultural, visual, gráfico y sonoro.

Hoy en día la ciberpoesía, o también llamada poesía electrónica, se caracteriza por el empleo de diversos recursos tecnológicos que van desde el hipertexto, la animación bi o tridimensional, hasta las más avanzadas interfaces de realidad virtual.

Evidentemente con el nacimiento de la ciberpoesía, surgieron varios personajes pertenecientes a generaciones nacidas entre 1980 y 1990; ciberpoetas de diferentes mundos y rangos cualitativos, pero en general muy conscientes de cómo la democratización y acceso indiscriminado a la red implica un medio para exponerse ante el mundo, así, tal cual y sin filtros.

La llegada de estas nuevas generaciones ha significado un aluvión de poemas de crisis, pulsiones afectivas o malestar inmediato, y del que los prosumidores (productores y consumidores) se alimentan día con día. Lo que queda muy claro, es que el prestigio de la poesía proviene del papel, aunque también hay que tener claro que el medio no hace al poema.

Hoy se pueden leer y escuchar a algunos de los íconos de esta nueva corriente quienes además de tener un inusual número de libros publicados en editoriales, forman parte de comunidades literarias cibernéticas siendo miembros de una red donde tejen sus versos miles de escritores más.

Hay, por supuesto, poesía de buena manufactura, teniendo en cuenta que los textos son publicados sin ningún filtro; sobran, también, aquellos que, según los esquemas tradicionales, son carentes de recursos o herramientas retóricas, y donde abunda  la autorrepresentación; todo esto convive junto con otros autores que han llegado a la edición impresa (sin que esto implique necesariamente un salto cualitativo), como es el caso del español hijo de palestinos Marwan, quien además de cantar sus versos, tiene ya publicados y bien ubicados en las mesas de las librerías de los más vendidos, algunos manuscritos de poesía que han logrado enganchar a un sector de nuevos lectores que cada vez se van metiendo más al mundo de esta otra forma de hacer poesía.

Estas comunidades líricas, abiertas, múltiples y llenas de matices se caracterizan también por su participación en revistas digitales y talleres, webs y blogs como la Revista Kokoro, Voz Vértebra, la Antología de Poesía Futura o el seminario Euraca, cuyos editores están luchando por crear una nueva identidad generacional de cibernautas capaces de exigir ciberpoesía, dicen, de calidad.

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