Tremendo cisma sacudió las relaciones, la comunicación y hasta los buenos modales entre los miembros de UEFA , contra directivos de los 12 clubes “fifís” de la difunta Superliga . Este drama soportó solamente 48 horas los embates de la prensa, patrocinadores, cuerpos técnicos, jugadores y —por último, pero muy importante— la voz de la afición, los fans que sueñan que su club clasifique a Copas de Europa, que le gane de local al todopoderoso y que saben que hay que competir y tener siempre la esperanza de ganar.
Nadie estuvo de acuerdo en este grupo elitista que se asignó privadamente su inclusión a una competencia por invitación y sólo una minoría (25%) por méritos, con un formato establecido por ellos. Esta tormenta que pasó por el futbol europeo, destapó y exhibió situaciones y problemas que se escuchaban en los pasillos, pero nadie los ventilaba o los afrontaba.
Totalmente cierto que la pandemia vino a acelerar la caída de la gráfica en cuanto a ingresos de los clubes, menor inversión de patrocinadores, saturación de futbol en todas las confederaciones para captar recursos, cuyo destino final en algunos casos no se conoce. Los jugadores expuestos a más partidos con riesgo de lesión. El consumo ha disminuido en general y esto repercutirá seguramente cuando venga la apertura total de los estadios.
Totalmente de acuerdo en que se debe realizar una reingeniería estructural, que incluya procesos, reglamentos actualizados y protocolos, así como un análisis financiero (Fair Play) muy detallado de los ingresos/gastos en todas las confederaciones y Ligas para que el futbol se reestructure, actualice y adapte a las demandas de la nueva normalidad.
Por otro lado, se aplaude y en eso tienen razón los 12 clubes de la Superliga , el promulgar su fuerte inversión en infraestructura, captación y formación de jugadores, organizaciones ejemplares, planteles sólidos con grandes jugadores que den satisfacción a su afición y, obviamente y con razón, se quejan de que la repartición por parte de su Liga y/o confederación no es pareja, cuando ellos son los que más invierten y arriesgan, son los que más venden y que, sin su presencia en los torneos, su organismo regulador no tendría los grandes ingresos. En cambio, otros clubes se la pasan en una zona de confort, sin riesgo, escatimando sus inversiones y estirando siempre la mano.
En mi opinión, el proyecto que presentó esta Superliga dejó mucho que desear. Primero, por el formato, que no quedó claro; segundo, todavía no sabían cuáles eran los tres equipos para completar los 15; tercero, fue una invitación clasista basada en número de seguidores e importancia en su Liga; cuarto, muy negativo el que los 12 fundadores serían fijos y no había manera de excluirlos por un mal desempeño; y por último, el formato de competencia muy mal explicado y la nula exposición de cómo se iban a repartir los miles de millones de los que hablaron y cuánto les tocaría a las Ligas y a los equipos no participantes.
Se agradece que dejaron pensando y reflexionando a muchos equipos que trabajan e invierten para ser protagonistas, para que estos —vía su Liga— exijan a su confederación más transparencia, apertura y participación en las tomas de decisiones, recibiendo un servicio de calidad de los funcionarios de ésta, recordando que los puestos principales se eligen en Asamblea, donde votan las asociaciones, tienen un consenso con los clubes. Ya levantó la voz Santiago Baños, con mucha razón, contra Concacaf ¡La Caja de Pandora ya anda sonando!